MENSAJE DEL DÍA 6 DE ABRIL DE 2002, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA
VIRGEN:
Hija mía, aquí está mi
Corazón, lleno de dolor, porque los hombres no escuchan, la mayoría de ellos,
mis palabras. ¡Ay, almas ingratas, si supierais lo mal que está el mundo, hijos
míos, lavaríais vuestros ojos y vuestros oídos, para quitaros esa viga que
tenéis en ellos y escuchar las palabras del Cielo! Os pido, hijos míos: renovad
vuestro espíritu; no seáis ciegos, sólo se puede quitar esa ceguera con la
entrega a Dios, con la oración y con el sacrificio. Por eso hago un llamamiento
a los hombres de buena voluntad y a todos los guías de los pueblos ciegos(1), que no quieren escuchar nuestras palabras. Haced
un llamamiento a los hombres, guías de los pueblos, quitaos la viga que tenéis
en vuestros ojos y ved la situación de las almas. Respetad las cosas sagradas,
hijos míos, y obedeced al Santo Padre; copiad de él, que es un santo
varón, mártir por la Humanidad; quitaos esa ceguera que tenéis, para poder
conducir a las almas, hijos míos; enseñad a los hombres las verdades, pagaréis
por vuestras culpas y por las culpas de los hombres, porque no habéis enseñado
las verdades escritas en el Evangelio. ¿Desde cuándo está el mundo así, hijos
míos? Desde que los hombres han olvidado a Dios; desde que mis sacerdotes
queridos se han abandonado en la oración y en la entrega a su ministerio. Por
eso pido, hijos míos, os suplico: orad y haced que los hombres oren; enseñadles
el valor del sacrificio y de la penitencia; enseñadles a que se acerquen a la
Eucaristía con el alma limpia. Estad en los confesionarios, hijos míos, para que
las almas se acerquen a descargar sus culpas.
Mira, hija mía, la
situación del mundo. Mira los espíritus infernales cómo quieren hacer
desaparecer varias naciones, pueblos enteros. Harán perecer a las almas para
apoderarse de ellas. ¡Y todavía los hombres dicen que el mensaje es
catastrófico! ¿No sabéis leer la Biblia, hijos míos? ¿Tampoco creéis en la
palabra de Dios? En la Biblia hay muchas catástrofes, ¿también se lo inventan
los hombres? ¿O qué pensáis de Dios, hijos míos? ¿Creéis en Él o no creéis?
¡Cómo se nota, hijos míos, que leéis poco el Evangelio! Y si lo leéis, no
reflexionáis las palabras que hay en el Evangelio. ¿Por qué vosotros os empeñáis
en poner un Evangelio nuevo? Los hombres tienen que saber las verdades, y lo
vengo repitiendo una, y otra y otra vez. Pero cómo cerráis vuestros oídos; sólo
con la gracia se os pueden abrir los oídos, hijos míos. Ya he dicho todo; sólo
os pido, hijos míos, que lo cumpláis.
EL
SEÑOR:
Sacerdotes, volved a vuestro ministerio, entregaos en cuerpo y alma a las almas; religiosos y religiosas, adorad a vuestro Dios; no os deslumbréis, muchas de vosotras, por el mundo. Habéis cambiado las normas, salís al mundo y entráis libremente, y todo el que sale al mundo, se contagia de él; así es como las vacaciones os hacen perder vuestra vocación, hijos míos; por eso os pido a todos que renovéis vuestro espíritu y os entreguéis a Dios. Dejad el bullicio del mundo, que en el mundo está reinando Satán. Os habéis marchitado, hijas mías; flores lozanas había en los conventos, pero el demonio astuto se ha encargado de destruir esas almas. Yo os di libertad, hijos míos, pero no libertinaje, y nada veis pecado; por eso hay tan poquitas almas que quieren seguir el verdadero camino, porque el demonio los arrastra al mundo, a las vanidades y a los placeres vanos que hay en él. Por eso hago un llamamiento también a esas almas consagradas: que dejen el mundo y la libertad, y las vacaciones, que son la perdición de sus almas. Si os habéis consagrado a Dios, hijas mías, ¿quién como Dios? No os aburráis en vuestros conventos, si está el tesoro más grande, y habéis escogido el esposo más fiel, dentro de vuestro convento. Dedicaos a la oración, hijas mías, y poneos al servicio de Dios; ahí está la verdadera felicidad.
También hago un
llamamiento a los matrimonios: ¡ay, madres, que permitís que vuestros hijos
vayan por el camino de la perdición!, ¿qué amor es ése, hijas mías? Sólo buscáis
el gozo del tiempo, pero no pensáis en la eternidad. Padres, educad a vuestros
hijos, para Dios. ¿Sabéis por qué en los hogares no hay paz? Porque los hombres
aman antes el mundo que Dios, por eso no hay respeto unos hacia otros, y no
buscan el camino de la salvación, buscan el camino de la perdición, porque se
han faltado el respeto, la dignidad y han echado a Dios de sus hogares; porque
donde triunfa el pecado, no puede triunfar Dios. ¡Seréis responsables, padres,
de los devaneos de vuestros hijos!, porque sólo os preocupáis de lo material,
sin enseñarles a compartir con los que lo necesitan. Vosotros mismos sois los
que les dais para disfrutar del mundo. No saben, por eso, hijos míos, lo que es
sacrificarse para tener un hogar, porque todo se lo dais fácil. ¡Qué pena de
padres, hijos míos! Por eso también hago un llamamiento a los padres: donde no
está Dios, no reina la paz; todo es discordia, todo es ruina, y todo es
destrucción, y cada uno vive a su antojo. ¿Dónde está el respeto a los padres,
los hijos? (2)¿Y dónde está la educación de los padres
a los hijos? Si sólo pensáis en darles material, que lo material los introduce
en el mundo y lo ven todo fácil porque vosotros se lo ponéis todo fácil, hijos
míos. Por eso no saben valorar el trabajo de cada día: “Comerás el pan con el
sudor de tu frente”. ¡Ay, hijos míos, ¿qué hacéis con vuestros
hijos?!
Laicos, hago un
llamamiento sobre vosotros: vosotros tenéis que hacer una renovación, porque
seréis los que fortaleceréis la Iglesia con vuestra ayuda. Por eso pido, hijos
míos: adquirid virtudes, respetaos unos a otros, amaos, con un amor
desinteresado, no amores egoístas, amores destructores; un amor limpio y
desinteresado. Vivid para Dios, hijos míos; ¿no os dais cuenta que los hombres,
la mayoría de ellos, no viven nada más que para los placeres? Dios está fuera de
sus corazones, y ¡todavía dicen los hombres que no creen que venga Dios a
avisar! Os va a pasar, hijos míos,... (palabra
ininteligible) el Diluvio, como cuando Sodoma y Gomorra; os lo he avisado.
Estad preparados, porque yo aplicaré mi Divina Justicia contra aquellos
destructores de los pueblos, destructores de las almas. Y también pido a mis
sacerdotes santos que no se abandonen y que sigan el camino que han escogido, con sacrificio y oración; y también
aquellas almas contemplativas, fieles a su vocación..., ¡consuelan tanto
nuestros Corazones! Almas queridas, no os abandonéis, que el demonio está
haciendo estragos en el mundo y quiere apoderarse, siendo el rey de todas las
almas. Vosotras, desde vuestros escondites, hacéis tanto bien a las
almas, hijas mías; que nadie os confunda, sed fieles a vuestra vocación; ¡cuánto
consoláis nuestros Corazones! Y aquellas almas que se entregan a los pobres y
necesitados, recibirán el ciento por uno, por sus buenas obras, y todo el que
colabore a ayudar a las almas necesitadas, tendrán un lugar seguro y sellado,
que nadie podrá quitar ese sello en la eternidad.
Pido, otra vez, hijos míos: sed respetuosos unos con otros; amaos, no dejéis la oración, enseñad a vuestros hijos el camino verdadero, no los dejéis que se envenenen del veneno que hay en el mundo. Y hago otro llamamiento a los sacerdotes; ellos podrían hacer tanto bien a las almas y recoger a tantos rebaños que están esparcidos perdiéndose en la oscuridad, porque viven en tinieblas y la tiniebla es muerte.
Orad, visitad al
“Prisionero”, hijos míos, “Prisionero” de amor por los hombres; a veces estoy
tan solo, que ni mis propias almas se acuerdan de estar un ratito ante mí. ¿No
os da pena de vuestro Jesús, hijos míos?, corazones endurecidos, llenos de
maldad, muchos de vuestros corazones. ¿Hasta dónde queréis llegar? ¿Cómo vais a
amar al prójimo, hijos míos, si no amáis a Dios? Sí, hija mía, sí, que nadie se
asuste, pero naciones enteras, estos espíritus inmundos, se han apoderado de
ellas, y sólo reina el pecado, y en hogares, en la mayoría de todos los hogares,
mira, hija mía, el fruto de Satanás: cómo las madres introducen a sus hijos en
el mundo, dándole más valor al libertinaje que a los consejos de Dios. ¡Qué pena
de hogares! Por eso no reina la paz en ellos, porque os creéis, hijos míos, que
queréis más a vuestros hijos dándoles ese libertinaje. Si sois madres, ¿cómo
ponéis víboras en las manos de vuestros hijos, para envenenarlos? Uníos los dos,
hijos míos, los matrimonios, para ayudar a vuestros hijos, pero con la presencia
de Dios; donde no está Dios, no reina la paz. No seáis necios, hijos míos, y no
os dediquéis a perder el tiempo, aprovechadlo para vuestra salvación, hijos
míos.
LA
VIRGEN:
Acudid a este lugar,
todos seréis sellados y no dejaré de dar la bendición, aunque no existan
mensajes, os sellaré las frentes y seréis bendecidos y
protegidos.
EL
SEÑOR:
Obedeced, hijos míos,
son consejos de vuestra Madre, de una Madre corredentora del género humano, que
os ama y desea todo lo mejor para sus hijos.
LA
VIRGEN:
Levantad todos los
objetos; todos serán bendecidos para el día de las tinieblas: una bendición muy
especial, para ese día tenebroso...
Os bendigo como el
Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
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(1) Es decir, a todos aquéllos, entre los guías de los pueblos, que están ciegos.
(2) Es decir: “¿Dónde está el respeto de los hijos hacia los padres?”.