MENSAJE DEL DÍA 4 DE AGOSTO DE 2001, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hijos míos, mi Corazón viene de dol... (interrumpe Luz Amparo con expresión admirativa) de dolor lleno, atravesado por tantas y tantas espinas. Los hombres ingratos no dejan de clavar espinas en mi Corazón, hijos míos. Reparad todas estas ofensas. Por cada avemaría vuestra, hijos míos, os prometo proteger vuestras casas de las asechanzas del enemigo, hijos míos. Acudid, acudid a este lugar; recibe mi Corazón mucho consuelo.
EL SEÑOR:
Hija mía, busco corazones donde refugiarme, y encuentro tan pocos..., porque la mayoría de los corazones están apegados al mundo, a la carne y a la sangre. Los hombres, hija mía, se han olvidado de Dios; su orgullo destruye el amor y no se aman desinteresadamente; se aman egoístamente. Por eso pido oración y sacrificio, y los hombres se hacen los sordos. Los hombres quieren estar por encima de Dios y quieren imponer a Dios sus leyes, no aceptar las leyes de Dios, los hombres. Cuántas almas, hija mía, les he dado millares y millares de gracias y las han convertido en destruirse, porque las han rechazado y pisoteado; no aceptan la palabra de Dios. El hombre es tan orgulloso que le impone a Dios lo que tiene que hacer.
Pero, hijos míos, yo soy el Todopoderoso, el Creador, el Increado. ¿Cuántas veces os voy a decir que bajéis la cerviz y reconozcáis a Dios como Creador vuestro? No le impongáis a Dios vuestros deseos y dejad a Dios que obre según su voluntad. Hijos míos, los hombres se han convertido en fieras heridas y no aceptan la presencia de Dios, ni las manifestaciones. Dios quiere que los hombres cambien, hija mía. El hombre ha sido creado para amar y glorificar a Dios, no para glorificarse ellos mismos. ¿A dónde estáis llegando, hijos míos?: a quitar a Dios el puesto que le corresponde; nadie como Dios, hijos míos. Su soberbia no les deja aceptar que Dios se manifiesta donde quiere y cuando quiere. Yo instituí la Eucaristía por amor a los hombres, y los hombres no saben amar, sólo odiarse y no respetar la Ley de Dios. ¡Cuántas veces os voy a repetir, hijos míos, que reconozcáis el pecado, que no veáis la virtud pecado y el pecado virtud!
¡Qué pocos siguen el Evangelio tal como está escrito! ¡Cuántas veces te lo he dicho, hija mía!: anteponen a su madre, a su padre, a su hermano, a su hermana antes que a Dios. La infidelidad de las almas consagradas es el apego a la carne y a la sangre. Las vacaciones, hija mía, destruyen las vocaciones. Sí, te lo repito una y otra vez: las almas no son fieles a su vocación. ¡Ay, almas ingratas, que no sois fieles a vuestros compromisos y a vuestros votos! Vuestro compromiso y vuestro voto está en el Cielo escrito, y ¡ay de aquellas almas que se introducen en el mundo y dejan su vocación, hijos míos! La infidelidad es algo que ofende tremendamente a Dios, y cada día hay más infidelidad en las almas. ¡Ay, almas ingratas: más os valiera no haber nacido! La infidelidad a Dios es más grave todavía que la infidelidad a los hombres; es un pecado eterno. No hay que jugar con Dios, hijos míos. Id al sagrario cuando encontréis dificultades, y allí me encontraréis, para daros fuerzas y ánimos para que sigáis adelante. Pero no hagáis caso de la astucia de Satanás, que os introduce en el mundo y os posee vuestras almas; y las almas que son fieles queréis destruirlas, hijos míos. Dejad a aquellas almas que son fieles a Dios que vivan la vida que han escogido. No seáis como los paganos, que ni entran ni dejan. Laicos: amad a la Iglesia, amad al Santo Padre, amad a los obispos, respetadlos.
Y tú, hija mía, sigue siendo fiel a nuestros Corazones, hija mía. Vas a beber unas gotas del cáliz del dolor... Está muy amargo, hija mía, pero fortalecerá tu espíritu. Vengo a consolarme en tu corazón, hija mía. Tú sabes que te amo y que de niña, hija mía, te he protegido de tantos y tantos peligros. Tu corazoncito tierno, hija mía, a veces lo he juntado con el mío para protegerte de tantos y tantos peligros como había a tu alrededor y para consolarte de tantos dolores y tantos sufrimientos; que ese corazoncito tan pequeño empezó a sufrir la incomprensión de los seres humanos. Tú pedías socorro, hija mía, y yo te protegía, te cogía con mis manos y te sentaba sobre mis rodillas. Yo he sido tu protector cuando eras pequeñita, hija mía. ¡Cuántos peligros te acechaban, hija mía!; y de todos te saqué.
Apriétame sobre tu corazón. Hija mía, no dejes de amarme, no antepongas a nadie a mí; tu corazón y el mío que estén unidos, hija mía; unidos hasta la eternidad. Sé fuerte, hija mía, mi Corazón te ama. Ámame mucho, y no temas a nadie, ni las difamaciones, ni la calumnia, ni las habladurías, hija mía. Sé fuerte y sé fiel hasta la muerte, hija mía. Que tu corazón siga compartiendo y amando a los seres humanos, a los pobres y a los necesitados, como siempre has compartido, hija mía.
LUZ AMPARO:
¡Ay, Dios mío, perdóname si alguna vez me enfado o alguna vez peco de omisión, de no hacer lo que me pides! Señor, perdóname porque tengo tantas miserias y estoy tan llena de defectos, mi Señor, que no soy digna de amarte, Señor, pero te amo con todo mi corazón y con mis cinco sentidos.
EL SEÑOR:
Ámame, Luz querida; que las almas que me aman de esta manera, yo me entrego a ellas y soy bálsamo que me derrito en ellas. A ver si reparamos, todo este mes, los pecados de estas almas, hija mía, ya que son tan ingratas que no quieren reparar sus pecados; vamos a reparar, hija mía. ¡Les he dado tanto y me han correspondido tan poco, hija mía!..., pero todavía mi Corazón las sigue y las persigue. Vamos a ver, hija mía, si somos capaces de ablandar sus corazones. Sé humilde, hija mía, la humildad es la base principal de todo, y la obediencia; ésa es la virtud más hermosa. Ora mucho por los pecadores. Los pobres pecadores, hija mía, son los que entristecen mi Corazón, ¡el abandono que hay en el mundo de las almas, hija mía!... ¡Y que digan los hombres que el mundo está bien!; están ciegos, porque cada uno vive según sus gustos y según sus caprichos, no según la voluntad de Dios, hija mía. Son tan pocos, que yo a aquellas almas consagradas que me son fieles, las ama tanto mi Corazón que siempre estoy con ellas y no las abandono nunca.
Orad, hijos míos, orad. Haced penitencia y sacrificios, que el mundo está necesitado de oración bien hecha, no de una oración mecánica que sólo mueve los labios. Amad a los pobres y necesitados. Entregaos en cuerpo y alma a todos aquéllos que os necesiten, hija mía: ésta es mi Obra de Amor y de Misericordia. Que seáis para los demás y os entreguéis en cuerpo y alma a esta Obra venida de mis manos. El amor, hija mía, que resplandezca; el amor a Dios y al prójimo.
Hijos míos, todos los que acudís a este lugar: protegeré vuestros hogares de las asechanzas de Satanás. Acudid a recibir gracias, hijos míos, pero no me defraudéis y después las pisoteéis. Ayudad al pobre y al necesitado; éste es el Evangelio: el amor.
LA VIRGEN:
Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos para los pobres pecadores...
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.