MENSAJE DEL DÍA 1 DE JULIO DE 2000, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, aquí estoy, otra vez más, como Madre de los pecadores.

     ¡Cuánto cuesta salvar a las almas, hija mía,... estas tres almas, hija mía! Mucho sacrificio y mucha penitencia, por ellas, hija mía, porque son ciegos que no quieren ver. Ofrécete víctima por ellos. Otro mes más, hija mía, ofrece los dolores, las penitencias, por estas pobres almas que no han querido ser fieles a su propia vocación; y les gusta, hija mía, estar en el mundo y las cosas que hay en el mundo, ser asalariados. ¡Si no son fieles, primero, al compromiso que han tenido con Dios desde el principio, y mudan de un lado para otro, porque no les gusta la disciplina, ni el sacrificio!

 

     EL SEÑOR:

     A ver, hija mía, sigue pidiendo por ellas. Oraremos juntos. Pero, luego, hija mía, no les gusta aceptar la verdad. Son los que están primeros para ver cómo destruyen la verdad; y la verdad siempre resplandece, por mucho que quieran escudriñar a ver lo negativo y no quedarse con lo positivo, hija mía. Es lo que buscan, para echar abajo todo esto, como en otros lugares lo han hecho, hija mía. Pero no hay nada en contra de la fe.

     ¡Ay, aquellos guías de los pueblos que se tragan el camello y cuelan el mosquito! ¿¡Cómo tenéis tanto odio, hijos míos, a los seres humanos!? Pobres almas, hija mía; ¿¡cómo pueden ver la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el suyo, hijos míos!? ¡Ay, aquéllos que no siguen el camino recto y seguro, el camino de la verdad que sólo buscan aguijonear a las almas!

     Tú, hija mía, di lo que te digo. Y no tengas miedo, no temas. La verdad resplandece. La mentira siempre, hija mía, es la tiniebla. Ya te he dicho muchas veces que lo que hacen en la oscuridad, yo lo saco a la luz.

     Y pido a aquellos pastores fieles, aquellos pastores fieles de mi Corazón, que sean fuertes y firmes para seguir el camino con rectitud. Y que hagan una renovación aquellos religiosos y religiosas que todavía permanecen frescos y lozanos; que renueven su vida y caminen con fortaleza y no tengan miedo a nadie, ni a la persecución, ni a la calumnia, ni a la mentira, porque Dios es la verdad y todo el que está con Dios no puede temer nada. Almas queridas de mi Corazón, ¡cuánto sufre mi Corazón por aquéllos que se desvían del camino que escogieron, de su ministerio! Tanta mies como hay, hijos míos, y tan pocos operarios para cuidar esa mies. Pero todavía queda un gran grupo de sacerdotes amados por mi Corazón; que sean fuertes y amen mucho nuestros Corazones, como nosotros los amamos con todo nuestro Corazón.

     Sí, hijos míos, conservaos en la fe, no la perdáis jamás; buscad la esperanza, y practicad la caridad. Con vuestro ejemplo, hijos míos, podéis arrastrar muchas almas al camino de la perfección. No os dejéis engañar por la astucia del enemigo. Quiero sacerdotes santos, sacerdotes que amen nuestros Corazones, sacerdotes humildes que reconozcan la verdad y que, desde el principio, hayan sido fieles al camino que escogieron. Pero si no han sido fieles en sus principios, ¿cómo van a ser fieles, hijos míos, al final? Si han abandonado los conventos buscando libertad, ¿cómo pueden ser buenos sacerdotes, si no han sido buenos religiosos? Pedid por ellos, hijos míos. Que salga de sus corazones ese rencor que tienen contra las almas y que dejen de calumniar y difamar. ¿No les da miedo de que puedo llamarlos en cualquier momento para que den cuenta de sus actos, hijos míos? El Evangelio dice: “Amaos los unos a los otros”; ¿por qué despreciáis a las criaturas? Hijos míos, si no tenéis caridad, no tenéis nada. No seáis funcionarios, hijos míos, sed sacerdotes de mi Iglesia. Renovad vuestras vidas, que os estoy esperando, hijos míos.

     Mucho van a costar estas almas, hija mía, pero vamos a seguir orando por ellas.

 

     LA VIRGEN:

     Sí, hijos míos, sacerdotes queridos de mi Corazón, aquéllos que todavía os conserváis firmes en la fe, sed valientes. ¿No veis los hijos de las tinieblas cómo son valientes? Vosotros, que sois hijos de la luz, tenéis que ser más fuertes y más valientes que los hijos de las tinieblas.

     Orad, hijos míos, orad mucho, pues el mundo está en una situación grave, hijos míos. Sólo la oración, el sacrificio y la penitencia pueden detener el brazo de Dios, hijos míos. Orad, haced penitencia, visitad al “Prisionero” y pedid por los pecadores, hijos míos. Orad para que Dios detenga su brazo, pues en el mundo, hija mía, habrá grandes castigos de cataclismos; cataclismos, hija mía, que no digo que sean al principio del 2000, pero también digo que no serán tampoco al final del 2000.[1]

 

Astros con más de 12 kilómetros de longitud caerán sobre la Tierra y terminarán con la mayor parte de ella. Por eso, hijos míos, os digo que oréis, que hagáis penitencia y sacrificio, para que Dios tenga misericordia de las almas. Estad preparados, hijos míos, que las almas no se preocupan de su alma; sólo se ocupan de diversiones, de placeres, de cosas mundanas, y olvidan a Dios. Dios es olvidado por sus criaturas.

     Rezad el santo Rosario, hijos míos; os pido que lo recéis en familia, pues no le dan importancia al santo Rosario; pero Dios puede compadecerse de los hombres que rezan esta plegaria diariamente. Ahora que el Rosario desaparece de los hogares y de muchos lugares del mundo, yo lo sigo pidiendo: rezad el Rosario con devoción, hijos míos. Y también os pido: meditad la Pasión de Cristo, sed devotos de ella, hijos míos; y meditad veinte minutos la Pasión.

     Orad, amaos unos a otros, hijos míos. Acudid a este lugar de bendiciones y gracias; aquí recibiréis gracia para ir a los sacramentos, hijos míos. Amad a la Iglesia, amad al Santo Padre. Hijos míos, os pido amor entre todas las criaturas. Refugiaos en nuestros Corazones, que ellos no os abandonarán.

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos, para la conversión de los pobres pecadores...

     Yo os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.



[1] Consultada Luz Amparo, poco después de recibir el mensaje, para aclarar esta frase, puntualizó que veía con claridad: 1º) La fecha del Castigo está condicionada a la oración, penitencia y sacrificio que hagamos los fieles. 2º) Que el Castigo no se produciría ni al principio ni al final del año 2000; es decir: no en ese período de tiempo.