MENSAJE DEL DÍA 2 DE MAYO DE 1998, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, hoy vengo con un manto de rosas. En este manto, hija mía, están puestas todas las oraciones de tantos y tantos peregrinos como han pasado por este lugar. Mira qué manto más inmenso y qué flores más bellas. Aunque a veces la oración ha sido pobre, pero ¡cuántas almas han consolado mi Corazón con tantas y tantas avemarías!

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay, qué bonito es el manto!...

 

     LA VIRGEN:

     Así quiero que los peregrinos cubran mi cuerpo con un manto blanco y amarillo, para tapar sus miserias, hija mía. Mira qué inmensidad tiene este manto y cuántos pecadores he protegido con él. Las rosas son avemarías, hija mía. Aquí están todos los frutos de mi manifestación. Mira las obras en esta parte. Mira los pecadores que han vuelto al rebaño de Cristo. Mira todos los que han muerto, que han pisado este lugar: están bajo mi manto, hija mía. Hoy también está tu hijo por ser un día tan especial como el que es; mira, aquí te lo muestro.

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay, hijo mío, hijo mío! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, qué belleza!

 

     LA VIRGEN:

     ¿Ves las oraciones de una madre cómo tienen mucho valor, hija mía?

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay, Jesús! ¡Ay! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay! También están ahí Aquilina, Rosa... ¡Huy, cuántos de los que venían aquí! ¡Ay! ¡Ay!

 

     LA VIRGEN:

     ¡Cuántas gracias he derramado en este lugar, hija mía, y los hombres no quieren reconocer los frutos!

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Ay! ¡Ay, hijo mío! ¡Ay! ¡Ay!

 

     LA VIRGEN:

     Por eso te digo, hija mía, que quiero que esta Obra sea una empresa de amor; que tu caridad sea perfecta; cuanto más perfecta sea tu caridad, hija mía, más fuerza tiene la oración y más perfecta es la oración.

     Cubrid mi cuerpo con un manto amarillo y blanco, hijos míos, bordado de amarillo y el fondo en blanco.

     ¡Cuántos consuelos han recibido las almas en este lugar, que han venido tristes y afligidos! ¡Cuántos pecadores se han convertido! ¡Cuántos males físicos y morales se han curado en este lugar! Hijos míos, reconoced los frutos. ¿Pero cómo sois tan ciegos que no queréis reconocer el árbol del fruto?

 

     LUZ AMPARO:

     ¡Qué felicidad! ¡Ay, Dios mío, todos ahí tan felices y aquí abajo lo mal que se está!

 

     LA VIRGEN:

     Hijos míos, no mováis sólo los labios, moved el corazón, pues la oración os tiene que servir para llegar a la obra, pues la oración sin obra es vana, hija mía. ¡Cuántos hay que mueven los labios sin mover el corazón y luego se encuentran a un pobre necesitado y le dicen: “Dios te ampare, hermano”! ¿Qué clase de oración hacen los hombres? Sí, te lo dije, hija mía, y te lo repito: que grites que no todo el que dice “¡Señor, Señor!” entrará en el Reino de los Cielos, pues sin amor el hombre no entrará en el Reino del Cielo.

     Amaos unos a otros, hijos míos, ése es el primer mandamiento, unido al de “amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo". El que ama a Dios, ama al prójimo; pero el que le ama con perfección.

     Acudid a este lugar, hijos míos, y recibiréis gracias muy especiales.

     Amaos unos a otros.

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con una bendición especial para la conversión de los pobres pecadores...

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.