MENSAJE DEL DÍA 7 DE JUNIO DE 1997, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hija mía, hoy mi vestidura es de gracia para todos los que acudan a este lugar; serán protegidos con mi manto. El mundo, hija mía, sigue de mal en peor(1). Muchos de los católicos dicen vivir para Dios, pero están muy materializados, hija mía, y les atrae más el mundo que el sacrificio y la penitencia. El mundo ha llegado a este límite, porque el hombre ha abandonado a Dios. Los pecados de impureza han invadido el mundo, hija mía, y los hombres no le dan importancia a este pecado. Muchas almas se condenan por los pecados de impureza. El mundo está corrupto por una inmoralidad que cubre los cuatro continentes. Los hogares se han destruido, porque no hay diálogo entre los hombres y porque la mujer quita la dignidad al marido, y da malos ejemplos a sus hijos. ¿No veis, hijos míos, que si no ponéis un freno en sus vidas estáis destruyendo sus almas? Si en la Humanidad no hay moral, ¿cómo no vigiláis a vuestros hijos, hijos míos, y los dejáis al libre albedrío de Satanás? ¡Qué pena de Humanidad! La juventud se corrompe por las pasiones y por no saber dominar los sentidos de la carne. ¡Madres: educad a vuestros hijos; y padres: sed severos con ellos!, que la severidad no quita el amor que sintáis por ellos, hijos míos. Cuando caen en lujuria, ya se quedan ciegos; los ha cegado la pasión, y ya el mundo los arrastra, y caen en todos los pecados del mundo; pero hoy el ser humano no le da importancia al pecado.
Mira mi Inmaculado Corazón, hija mía... Acudid a este lugar, que mi Inmaculado Corazón os protegerá de ese pecado de impureza, que habéis perdido el pudor, hijas mías. Venid a mí, que yo os enseñaré esa virtud tan hermosa de la pureza y de la virginidad. Mi Corazón Inmaculado reinará al final de los tiempos.
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, quiero que los hombres veneren a mi Madre. En el mundo, criatura como Ella no la hubo, ni la habrá jamás. Aprended de Ella, hijos míos; Ella será una buena Madre, que os protegerá bajo su manto, y no caeréis en las garras del enemigo. Quiero que en vuestros hogares esté el trono de mi Madre junto a mi trono. Que haya dos tronos en vuestras casas: Jesús y María.
LA VIRGEN:
Hija mía, ¿ves cómo todo tiene un precio?; al final hemos triunfado. Yo dije que no me movería de ese lugar y que quién eran los hombres para decir dónde tenía yo que manifestarme. A mí me gustó ese lugar y vine a este pueblo, porque este pueblo me necesita; aunque muchos de ellos han intentado echarme de él. Hace muchos años me manifesté en ese lugar, y los hombres, en vez de formar paz, hicieron guerra. Unos decían que de aquí y otros decían que de allí, y al final ninguno me puso en el lugar donde me manifesté bajo la advocación de la Virgen Pura Dolorosa. Para que veáis cómo mi Corazón triunfa. Sed constantes, hijos míos, pues todos los que sois constantes en recibir las gracias y en acudir a este lugar, os prometo que no os abandonaré jamás... Por eso sigo repitiendo: quiero que se haga una capilla en honor a mi nombre, a la Virgen Pura Dolorosa, Madre del Redentor y Corredentora de la Humanidad. Y que en estos tiempos, donde los hombres abandonan a Dios, me tengan al lado del trono de mi Hijo, y adoren a mi Hijo día y noche; esto lo he pedido muchas veces, hijos míos, y derramaré muchas gracias sobre todos vosotros. ¿Veis cómo sirven vuestras oraciones, hijos míos, veis vuestra constancia? El que es constante, Dios le concede las gracias que pide.
Orad, hijos míos, mucho, y haced mucha penitencia, aunque los hombres digan que no hace falta la penitencia. El mundo se ha corrompido por falta de oración y de penitencia. Amad a la Iglesia. Amad al Vicario de Cristo.
LUZ AMPARO:
(Con admiración y
sorpresa). ¡Huy!...
SACERDOTE FALLECIDO(2):
Yo estoy en un lugar donde todavía no he sido revestido con la vestidura de la vida. Estoy vestido con la vestidura de la muerte; pero, hijos míos, quiero avisaros: yo fui el contaminador, yo fui el que me uní a todos vosotros, corruptos, incrédulos. Y nos juntábamos para maquinar y para hacer el mal a estas pobres almas, a estos cristianos; y muchos de vosotros habéis bebido, porque la justicia de Dios nos ha hecho beber, la misma amargura que hicimos beber a ellos. Os pido que os quitéis la mascarilla y no vayáis diciendo que sois una asociación de paz, porque ni amáis a la Iglesia, ni creéis en Dios. No seáis fariseos. Id contritos y arrepentidos, y confesad vuestras culpas, y escupid el veneno que lleváis dentro, hijos míos, ese odio, ese rencor de vuestros antepasados. Venid contritos, y levantad vuestros ojos a la Divina Majestad de Dios.
Yo hice mal por bien, pero lo reconocí tarde. Por eso quiero leer esta carta que llevo en mi corazón, (a) la que los míos no me dejaron leer ante el pueblo, ni ante mis superiores. Yo quise dar testimonio, y sólo tendré paz ahora que os he leído esta carta, hijos míos. Yo me junté junto a ellos para maquinar la mentira, y abolir muchas veces la Ley de Dios.
Si no amáis a la Iglesia, hijos míos, ¿cómo habláis tanto de la Iglesia? Si yo con...
(Luz Amparo manifiesta admiración ante lo que ve).
Algunos de vosotros, hijos míos, ha cogido los diezmos y primicias de la Iglesia. ¿Cómo hablas de la Iglesia, hijo mío, si sólo has robado a Dios? ¿Cómo hablas de secta, si la secta sois vosotros, hijos míos, que no queréis acercaros a la Iglesia y estáis separados de ella? Si no la amáis. ¿No veis la grandeza de Dios? La Santa Madre de Dios, la Virgen María, ha conseguido lo que quería. ¿No lo veis, hijos míos, que ha ido quitando todos los obstáculos que estorbaban en su camino para realizar lo que Ella quería? Y tened cuidado, que podéis ser vosotros los próximos, hijos míos. No difaméis ni calumniéis. Id a confesar vuestras culpas. Hijos míos, a alguno de vosotros os dije que qué equivocados estábamos, y seguís en la guerra y en la discordia.
Vengo a dar las gracias a estos ángeles que me han protegido y cuidado, a los que he sentido paz en los últimos días de mi vida junto a ellas, orando y consolando mi alma de esa tristeza tan terrible que había dentro de ella.
He gemido hasta llegar a leer esta carta que tenía dentro de mí. Aquí hay un paraíso, hijos míos, hecho con las manos de Dios, no con las manos del hombre, al que todavía no he llegado. Rezad por mí, hijos míos, y orad y haced sacrificios, para que pronto llegue a vestirme con la vestidura de la vida.
Y tú, hija mía,
perdóname tanto daño como hice a tu corazón. Hice mucho daño, hija mía, mucho
daño, y abrí una herida en tu corazón, de la que nunca podrás cerrar. Yo fui el
promotor. No creí que podían llegar tan lejos... (Luz Amparo llora con dolor
y desconsuelo).
Sí, hija mía, sí; yo fui el promotor...
Confesad vuestro pecado, almas corruptas. Yo fui el escarnio de tu corazón con todos ellos. ¿Cómo todavía, hijos míos, tenéis valor? Pedid perdón por vuestro pecado horrendo.
EL SEÑOR:
Besa el suelo, hija mía, por esos pobres pecadores... Perdónalos por todas las injurias, por todos los pecados que han cometido. El que a hierro mata... —aunque vine a rectificar las leyes—. Hija mía, Dios hará que paguen su castigo.
SACERDOTE FALLECIDO:
Ahora sí que siente paz mi alma. Gracias, hermanos míos, por todo el bien que habéis hecho a mi alma.
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, sella tus labios. Esa herida no se cierra jamás. Y perdónalos. Te digo lo que le dije yo a mi Padre: “Perdónalos, que no saben lo que se hacen”.
LA VIRGEN:
Levantad todos los objetos; todos serán
bendecidos con bendiciones especiales... Todos han sido bendecidos, para el día
de las tinieblas.
Hija mía, esto conlleva el amor a Dios. Sé muy humilde, hija mía, ama a la Iglesia, a los obispos y a su Vicario.
Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.
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(1)
“De mal en peor”= Locución adverbial en castellano; significa: “Cada vez más
desacertada e infaustamente (con desgracia o
infelicidad)”.
(2)
“Sacerdote fallecido”: opuesto
a las manifestaciones de Prado Nuevo y al movimiento surgido de ellas, se
arrepintió en los últimos días de su vida. A Luz Amparo le es concedido
contemplarlo al poco de fallecer.