MENSAJE DEL DÍA 3 DE
NOVIEMBRE DE 1990, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE
EL ESCORIAL (MADRID)
LA
VIRGEN:
Hija mía, la soberbia,
la impiedad, hija mía, prevalecen en los corazones de los hombres. La Pasión de
Cristo y la Muerte la han olvidado. Dios manda su Palabra por medio de su Madre,
para que los hombres salgan de la oscuridad donde se encuentran. Yo quiero, hija
mía, amistar (1) a los hombres con Dios, pero los hombres le rechazan y le
desprecian.
Orad, hijos míos, para
vivir según el espíritu, no según la carne. El diálogo con Dios hace vuestros
corazones contritos e inocentes; pero que ese diálogo,
hijos míos, salga de lo más profundo de vuestro corazón. Vivid según el
Evangelio; si vivís según el Evangelio, hijos míos, viviréis el sacrificio y el
sacrificio os enseñará el amor. No viváis según vuestros deseos, hijos míos. Los
días están contados y los hombres siguen obstinados en la tiniebla. Orad para no caer en tentación. La oración,
hijos míos, os llevará a que no os falte aceite en esas lámparas que tenéis que
ser: lámparas encendidas; si no, os va a pasar como a aquellas vírgenes necias,
que por su pereza y por su tibieza se quedaron con las lámparas vacías. Os
quiero, hijos míos, pero no con ese corazón bloqueado por el hielo. Os quiero
volcanes de fuego donde podáis abrasar a las almas con vuestro
amor.
La situación del mundo
es grave, hijos míos, y Dios va a mandar una purificación en la Tierra; quiero
que estéis todos unidos por el sacrificio y el amor, para cuando llegue este
momento, que seáis columnas fuertes donde el vendaval no pueda arrastraros.
Quiero que vuestros corazones se hagan como niños, niños e inocentes, porque
cuando vuestro corazón se haga como niño comprenderéis mejor la Palabra de Dios
y el Evangelio. ¿No veis la situación del mundo, hijos míos? La mujer vive según
sus gustos; la esposa no es sumisa al esposo; los hijos no respetan a los
padres; las madres se ocupan sólo del cuerpo de sus hijos; la sociedad educa a
la juventud para el vicio y los placeres; la juventud está corrompida por el
vicio. ¿No veis, hijos míos, el final de los tiempos? No seáis sordos ni ciegos;
el tiempo se aproxima y los hombres no cambian. El diálogo con Dios, hijos míos,
en estos días es muy importante. No, hijos míos, no os pido... Sólo os pido,
hijos míos, que les enseñéis el sacrificio y la penitencia, no pido que los
llevéis al monte para degollarlos. Vosotros con vuestros gus...
LUZ AMPARO:
¡Ay, Dios mío!
LA VIRGEN:
Vosotros los
introducís... con los vicios y los caprichos y las
vanidades...
Mira, hija mía, dónde
está toda esta juventud; todo es producto del pecado y que los padres no se han
ocupado del alma, nada más que del cuerpo, hija mía; no hay remedio para
ellos.
Mira estos otros, hija
mía, todavía pueden salir por el sacrificio y la
penitencia.
Por eso os pido, hijos
míos, sacrificio y penitencia. No hacéis caso de mis consejos, hijos míos, pero
llegará el día terrible que no habrá solución para vuestras
almas.
Todas estas almas, hija
mía, han llegado a este lugar, y la mayor parte de ellas, sus propias madres han
sido culpables, hijos míos. Criad a vuestros hijos en el santo temor de Dios. El
hombre ha sido creado para amar y glorificar a Dios, no para glorificarse él
mismo; y vosotros los glorificáis, hijos míos. Sólo desde el camino del
sacrificio y de la penitencia llegaréis a Dios, hijos
míos.
Os quiero a todos muy
unidos, hijos míos; no perdáis el tiempo, el tiempo es precioso, hijos míos,
para aprovecharlo para vuestra salvación.
No seáis soberbios y no
queráis indagar en los misterios de Dios.
Besa el suelo, hija
mía, en reparación de tantos y tantos pecados como los hombres cometen en la
Humanidad.
Os quiero esas lámparas
encendidas, para cuando llegue el Esposo le deis la mano, hijos míos. Pero, ¡ay
de aquellas lámparas que se han quedado sin aceite por falta de humildad y de
sacrificio! ¡Pobres almas, cómo se pierden la eternidad, hija mía! ¿No os da
pena de Jesús? ¿No os da pena del Corazón Inmaculado de vuestra Madre, que os
avisa constantemente porque no quiere que os condenéis? Quiere salvaros a todos;
por eso bajo del Cielo a la Tierra para avisar a los hombres, y los hombres,
necios y sordos, no hacen caso a mi llamada.
EL SEÑOR:
Oración quiero, que la
oración lleva a la obra. Amad a vuestros semejantes, hijos míos, el mandamiento
del amor es muy importante para la salvación; ¡qué poco lo practicáis! El mundo
está destruido por la falta de amor; el mundo está convertido en escenario de
crímenes y destrucción; los hombres se odian a muerte, se envidian, se destruyen
unos a otros. ¿Hasta cuándo, hijos míos, vais a abrir vuestros oídos, y vuestro
corazón lo vais a elevar a Dios, vuestro Creador? Despertad; os puede pasar,
hijos míos, como cuando aquellos hombres comían y bebían y estaban metidos en el
pecado de la carne y llegó el castigo sin avisar. No podéis decir, hijos míos,
que no habéis recibido avisos; no habrá disculpas; no habrá oídos para escuchar
vuestro llanto. Estad preparados, hijos míos, que en cualquier hora puedo llegar
como el ladrón sin avisar, y ¡ay de aquellas almas que han rechazado mis
gracias! Sacrificio y penitencia pido, hijos míos.
Tú, hija mía, te pido
humildad; piensa que tienes que ser víctima de reparación, y sin la humildad la
víctima no puede sacrificarse. Quiero que seas fuerte, hija mía; ven a mí que yo
soy la Fortaleza, yo soy la Vida, en mí está la salvación. ¡No desfallezcas,
hija mía! El tiempo se acaba y la eternidad... ¡es eterna!
Rezad el santo Rosario
todos los días, la plegaria favorita de mi Madre; en esa plegaria va toda mi
vida; por eso mira, hija mía, ¡cómo mi Madre vive cuando me presentan en el
Templo!, ¡cómo mi Madre vive de gozo en mi Nacimiento!, ¡cómo mi Madre sufre al
pie de la Cruz!, ¡cómo mi Madre siente dentro de Ella esa gran alegría cuando ve
que he resucitado! Toda mi vida, hija mía, está en los misterios. ¿Por qué crees
que tiene tanto valor el santo Rosario? Porque está mi Pasión, mi Nacimiento y
mi Gloria.
LA VIRGEN:
Rezad el santo Rosario
con mucha devoción. La situación del mundo cada vez empeora; por eso repito que
va a haber una purificación en la Tierra; estad todos unidos para cuando llegue
el día de la purificación estéis con Dios, hijos míos; y no afectará ni vuestro
cuerpo ni vuestra alma.
Levantad todos los
objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales, para que cuando
llegue el día de la purificación no afecte ni vuestros hogares, ni a vuestras
almas, hijos míos.
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
La paz os dejo, hijos
míos.