MENSAJE DEL DÍA 2 DE SEPTIEMBRE DE 1989, PRIMER
SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL
(MADRID)
EL
SEÑOR:
Hija mía, hoy vengo a
derramar mi amor y mi misericordia sobre los hombres, pero los hombres se hacen
los sordos y se introducen en el odio, en la avaricia y en los placeres, hija
mía. Yo quiero formar un gran número para mi Reino; y mi Reino llegará pronto,
como el relámpago. Mi Reino está presto, hija mía, y los hombres no escuchan mi
palabra.
Yo pido reparación por
los pobres pecadores, y los hombres se introducen en los placeres, en el ocio y
olvidan la oración y el sacrificio. Yo estoy sellando frentes y Satanás persigue
esta señal. Pero esta señal prevalecerá en las frentes, y las puertas del
Infierno prevalecerán cerradas ante esta señal.
Mira, hija mía, el
desamor de los hombres, cómo está mi rostro. Levántate, hija mía, y cura mis
heridas... Limpia mi rostro, hija mía. Cura el odio, el desamor, la ira, la
envidia y los placeres de los hombres... Los hombres confunden el desamor con la
caridad; la caridad es dolor, hija mía, es sacrificio, porque es amor, aunque a
veces el amor es gozo también. Pero cuántas veces te he dicho, hija mía, que no
hay amor sin dolor, ni gozo sin sacrificio. Bebe de mi costado, hija mía, y
enseña a los hombres el verdadero amor que mana de él... Transmíteselo, hija
mía, y di que el amor no es discordia, no es odio, no es placer, no es
envidia.
Hija mía, consúmete de
amor, únete a mi Cruz y los dos repararemos los pecados de los hombres. Enseña
el amor desinteresado, limpio, entregado; mira el ejemplo en mi Madre, en Juan y
en María; contémplalos ante mi dolor: participan de él. Mira todo un Dios
ultrajado. Mira la Majestad Divina cómo ha quedado... Arrodíllate, hija mía, y
humíllate por los pecados de los hombres... Inclina tu cabeza ante Dios, tu
Creador... Ama a Dios, tu Creador. Repara las ofensas que
hacen a Dios, tu Creador, hija mía. Los hombres se odian a muerte. Mira mis
manos, mira mi costado, hija mía; mira todo mi cuerpo. Todo esto es producido
por el desamor de los hombres. ¡Ama y enseña a amar, hija mía, que los hombres
confunden el amor con el desamor! Yo estoy agotando mi misericordia y dentro de
breves momentos vendré a aplicar la justicia sobre la Tierra. No oiré lamentos,
ni me compadeceré de las angustias de los hombres. Estoy dando avisos por todo
el globo terrestre para que los hombres se conviertan; y los hombres siguen en
la pasión, en el desorden, materializados, hija mía. No hacen caso, y mi venida
les pillará desprevenidos y ¡ay de aquéllos que no estén
preparados!
Amaos los unos a los
otros, hijos míos.
Y vosotros, almas
consagradas, desde vuestros retiros, ocupaos menos del mundo y del dinero, y
orad y sacrificaos por los pobres pecadores. No juzguéis; sólo yo sé la
profundidad de los corazones; y no arméis discordias entre
vosotros.
Las esposas de Cristo
tienen que ser fieles y no disgustar al Esposo. Ocupaos de elevar vuestro
espíritu y olvidaos de las cosas materiales. No sólo se escribe y se lee el
mensaje, hijas mías, sino hay que dar testimonio del mensaje con vuestro
ejemplo. Yo quiero esposas fieles y capaces de renunciar a todo por mi amor. En
vosotras no entre la crítica, sí el lamento, pero no la crítica, hijas mías.
Vivid, imitad a esa gran doctora que vivió por la Iglesia y murió por la
Iglesia. Sed fieles a vuestra vocación. Fuera el orgullo y practicad la caridad
divina. ¡No me defraudéis ese pequeño número que aún queda, para poderme
refugiar en él!
Y vosotros: renunciad a
vuestras riquezas y a vuestras vanidades. Y os quiero cada día más unidos, más
humildes y más sacrificados.
El Reino de Dios está
cerca, hijos míos, velad y tened siempre la lámpara encendida para que el
enemigo no pueda acechar y robar vuestra alma. Puedo venir en la oscuridad de la
noche; no seáis necios y tened la lámpara preparada. Orad, hijos míos, y que
acudan a este lugar para sellar todas las frentes, para que Satanás no pueda
apoderarse de las almas.
Tú, hija mía, sé
humilde, muy humilde; únete a mi Corazón y consuélale. Estoy sediento de amor,
de amor limpio, puro y verdadero. No me gusta el amor desordenado de los
hombres. ¡Cuántos de los que se parecen grandes y se creen grandes en la Tierra
no entrarán en el Reino del Cielo! Y ¡ay de aquellos pequeños que son
despreciados e incomprendidos!, mi Reino está preparado para
ellos.
Amaos, hijos míos, los
unos a los otros. Uníos en oración, en sacrificio, en el
desprendimiento.
Besa el suelo, hija
mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el
mundo...
No dejéis de rezar el
santo Rosario. Imitad a mi Madre, hijos míos. Acudid a su Inmaculado Corazón, él
os protegerá.
No os angustiéis ni de
la calumnia ni del desprecio. Yo fui calumniado y despreciado, ultrajado; todo
fue a causa de mi amor por los hombres.
Los ángeles de la
justicia están preparados para dar el aviso y segar lo malo que hay en la
Tierra.
Levantad todos los
objetos, hijos míos; todos serán bendecidos con gracias especiales para las
conversiones de las almas...
Os bendigo, hijos míos,
como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu
Santo.
La paz os dejo, hijos
míos.