MENSAJE DEL DÍA 4 DE MARZO DE 1989, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hija mía, hoy vengo a haceros un nuevo llamamiento para que cooperéis conmigo. La Humanidad, hija mía, está agonizando. Caminan sus corazones hacia el desamor, hacia el odio, hacia la lujuria, hacia la envidia, hacia la destrucción.

     Dios me ha nombrado mediadora de todas las gracias, hijos míos. Y os pido que mayores y pequeños os consagréis a mi Inmaculado Corazón. Yo haré maravillas en todos aquellos corazones que acudan a mí, y haré a todos los mortales que conozcan a mi Hijo. Los hombres no conocen a mi Hijo porque no me conocen a mí, hija mía. El perdón del Padre vendrá por el Hijo, y la misericordia del Hijo vendrá por la Madre, hijos míos.

     Cuando los hombres crean en mi amor, cuando los hombres crean en la Madre de Dios Creador, del Dios Redentor, cuando los hombres me vean Inmaculada y Pura, cuando los hombres me vean Madre de la divinidad de Jesús, habrá paz en la Tierra; cuando los hombres crean que soy Esposa eterna del Espíritu Santo y soy la Madre del Dios vivo, y tengo la misión de señalar todas las frentes con la señal del Dios vivo, para que estas frentes con esta señal prevalezca sobre el Infierno.

     Tened confianza en mí, hijos míos, yo seré la que atraeré el amor de Dios a los hombres, y el perdón para todos aquéllos que quieran venir a mi Inmaculado Corazón.

     Mientras los hombres no me reconozcan como la Madre del Dios vivo, habrá grandes calamidades y grandes catástrofes, hijos míos.

     Quiero que todos los mortales se consagren a mi Inmaculado Corazón y yo los protegeré de todos los males.

     También os pido, hijos míos, que crezca en vosotros un gran número de almas; pero no os quiero escondidos, os quiero a la luz, para que podáis hablar del Evangelio y para que podáis conquistar a todas las almas, para que lleven la señal, en su frente, del Dios vivo.

     Quiero que salgáis de vuestros escondrijos, hijos míos; os quiero consagrados, pero quiero que estéis a la luz, no en la sombra; y quiero que pidáis, aquéllos que estáis en la luz, por los que están escondidos, por aquél1as pocas almas consagradas que todavía se conservan lozanas y frescas, para que mi Corazón y el Corazón de Cristo puedan refugiarse en ellas. Pero quiero que este número de almas crezca como un gran rebaño, sin esconderos en ninguna parte, hijos míos.

     Yo os ayudaré y derramaré gracias sobre todos aquéllos que quieran pertenecer a este gran número, hijos míos.

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de tantos y tantos pecados como se cometen en el mundo...

     Os pido que no ocultéis las gracias, hijos míos; que las pongáis a la luz y convirtáis el mayor número de almas.

     Pedid por los sacerdotes, hijos míos, por las almas consagradas; pero no os quiero escondidos, os quiero a la luz todos unidos; quiero formar un gran rebaño de vosotros para enseñar a vuestros corazones el amor, la humildad, la obediencia, el despego a todo lo terreno.

     Y tú, hija mía, sigue siendo alma de reparación y víctima por la Humanidad. No será muy largo el tiempo en la Tierra para ti, hija mía; prepara un buen rebaño, para que recorran toda la Tierra llevando el amor, el Evangelio.

     Cumplid con mis palabras, hijos míos; todos aquéllos que cumpláis con mis palabras, derramaré gracias sobre vosotros. Y todos aquéllos que acudan a este lugar, quedará la señal viva de Dios en su frente.

     Humildad pido, hijos míos, os quiero muy humildes.

     Levantad todos los objetos; todos serán bendecidos con bendiciones especiales, hijos míos...

     Pero cuidado, tened mucho cuidado que hay muchos profetas falsos bajo la apariencia de apóstoles de los últimos tiempos.

     Hijos míos, orad, sacrificaos, haced penitencia, hijos míos.

     Os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Adiós, hijos míos.