MENSAJE DEL DÍA 12 DE MARZO DE 1982
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LUZ AMPARO:
¡Ay, ay, ay..., Dios mío! ¡Ay, ay, Dios mío! ¡Ay, ay, ay, qué dolor!
EL SEÑOR:
No temas, hija mía, aquí estoy, no temas nada; piensa en la divina voluntad de Dios. También te digo lo que he dicho a otras almas: tengo sed, sed de almas que ofrezcan a mi Corazón un consuelo proporcionado al dolor que me causan tantos pecadores. Tengo mucha necesidad de víctimas, pero de víctimas fuertes. Para calmar la ira justa y divina del Padre Eterno. Necesito almas cuyos padecimientos, tribulaciones, incomodidades de la vida suplan la malicia y la ira y la ingratitud de los hombres.
Sufre, hija mía; ofrécelo por la salvación de los pobres pecadores. Piensa que, para llegar al Cielo, se llega por el camino del dolor. También diles a todos que dejen de pecar; que estos días tan señalados para mí, que se mortifiquen, que hagan oración, que me hagan una visita, que les estoy esperando; que estoy muy triste. Que estos días se aparten de las diversiones, que confiesen sus pecados, que cumplan con los mandamientos de la Ley de Dios, que vivan la doctrina que Cristo enseñó. Que no escuchen doctrinas falsas, que crean en mí, que soy el Buen Pastor, y yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí; por eso di mi vida para salvar a mi rebaño, aunque hay muchas ovejas que están fuera de mi rebaño.
Ésos que no quieren escuchar la palabra de mi santa y pura Madre, que la desprecian, no pueden entrar dentro de mi rebaño. Todos ésos son los que publican esas doctrinas falsas, ¡ésas no son mis ovejas! Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco a ellas y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y ellas no perecerán nunca jamás. Las guarda mi Padre, y estando con mi Padre están conmigo. Porque yo y el Padre somos uno. Tú, hija mía, sigue acercándote; acerca ovejas a mi rebaño. Se están salvando muchas almas. Sé humilde, y no dejes de recibirme. Recíbeme todos los días. Yo te daré fuerzas para perseverar y salvarte. Seguid rezando el santo Rosario. También te pido, hija mía, que seas humilde.
Adiós, te doy mi santa bendición.
También diles a todos que sigan haciendo apostolado. A mí me agradó tanto ir de pueblo en pueblo sin tener miedo al frío, a la lluvia... Pasamos mucha hambre. En muchos pueblos tendréis muchas dificultades. También las tuvimos nosotros. Seguid adelante. Donde os cierren las puertas, no volváis la vista atrás. Sed humildes; no os rebeléis contra nada. Dad ejemplo de vuestra humildad, hijos míos. También tenéis que ser astutos.
Adiós, hijos míos, os doy mi santa bendición.