MENSAJE DEL DÍA 7 DE OCTUBRE DE 1982 (1)

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

 

     Hija mía, toca el rosario, hija mía. (Luz Amparo levanta los brazos y trata de besar algo, permaneciendo así unos minutos). Toca las cuentas de este rosario. ¿Qué sientes en estas cuentas? Por cada bola, mira qué luz entra en el Purgatorio. Por cada avemaría, mira cómo salva almas. Cada cuenta del rosario puede salvar un alma que está sufriendo. Mira qué luz desprenden las cuentas de mi rosario. Así quiero que salga luz, ¡me agrada tanto!... Besa mi rosario... Quiero, hija mía, que la luz de tu rosario se propague por todo el mundo. El Rosario será vuestra salvación. Díselo a todos mis hijos; que no se acuesten sin rezar diariamente esta plegaria, ¡me agrada tanto!... Hija mía, por el Rosario se salvan muchas almas. Mira estas almas qué luz reciben. La salvación del mundo está en este rosario rezado de esta forma: “Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, y bendita eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Meditad en cada avemaría, hijos míos, es muy importante. Rezad el santo Rosario, es el ancla de la salvación de la Humanidad.

     Bebe un trago del cáliz del dolor... ¡Qué amargura sientes!; es la amargura de la Humanidad. Tienes que apurar el cáliz hasta la última gota; acábalo, hija mía. Este es el camino para llegar a mí: el camino del dolor; y la Humanidad no cambia, ¡qué pena me dan! Mira estas almas; con tus oraciones van a las moradas que tienen preparadas. Mira qué luz desprenden sus cuerpos. (Intenta alcanzar algo con las manos). No puedes tocarlos; no te verán; la Tierra está llena de pecado y homicidio; un alma gloriosa no puede entrar en la Tierra.

     Besa el Libro de la Vida... Escribe otro nombre...; bésale. Otra firma que no se borrará jamás; ya hay seis firmas. Toca el pie...

     Mira otra clase de castigo. (Pone una cara horrible de dolor y llora moviendo la cabeza y haciendo gestos con la cara). Es horrible esto que sientes en tu cuerpo; las almas que se condenan lo sienten constantemente. Quiero que se salven. Reza por las almas consagradas. Muchos de ellos han abandonado la oración y la penitencia y están entregados al vicio ¡Pobres almas, qué ingratas son! Sufre por el bien de las almas. Tienes que ser valiente para su salvación. ¡Qué poco caso hacen a la gracia que han recibido! ¡Que hagan caso, hija mía!

     Por el bien de todas las almas, mira mi Corazón cómo lo tengo: diariamente está lleno de espinas. Quita tres. No toques ninguna de las otras; siguen en pecado... Estira, hija mía; tira sin miedo; no quites ninguna más. Una de estas espinas está muy clavada; es la de...; por tu sacrificio intentaremos salvarle; pero, hija mía, no hace caso a mis llamadas. Hija mía, te digo lo que a Abraham cuando le dijo Dios que sacrificara a su hijo y le preguntó: “¿Dónde está la víctima, padre?”. La víctima eres tú. Sufre, que te espera la recompensa para toda la eternidad. Todavía te queda que sufrir mucho.

     Humildad te pido. Te doy la santa bendición, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

 

(1) No hay grabación en audio de este mensaje; fue transcrito por María Amparo, hija de Luz Amparo. Cf. o. c., nº 1, pp. 81-82.


COMENTARIO A LOS MENSAJES 

7-Octubre-1982

 

     El mismo día en que la Iglesia celebra a Ntra. Sra. del Rosario, la santísima Virgen resalta en Prado Nuevo —como tantas veces— el valor del Rosario: para aliviar a las almas del Purgatorio, para iluminar los corazones de los hombres, como oración imprescindible en la devoción cotidiana, como ancla de salvación para la Humanidad...

 

     «...mira qué luz entra en el Purgatorio. Por cada avemaría, mira cómo salva almas (...). Mira qué luz desprenden las cuentas de mi rosario (...). Quiero, hija mía, que la luz de tu rosario se propague por todo el mundo. El Rosario será vuestra salvación. Díselo a todos mis hijos; que no se acuesten sin rezar diariamente esta plegaria, ¡me agrada tanto!... Hija mía, por el Rosario se salvan muchas almas (...). Rezad el santo Rosario, es el ancla de la salvación de la Humanidad» (La Virgen).

 

     Nosotros, a imitación de la Virgen, nunca nos cansaremos de proclamar los valores de esta hermosa oración. Esta vez, lo hacemos de mano de los santos que, entre otras alabanzas a esta plegaria mariana, han manifestado:

 

 

     «Bebe un trago del cáliz del dolor... ¡Qué amargura sientes!; es la amargura de la Humanidad. Tienes que apurar el cáliz hasta la última gota; acábalo, hija mía. Éste es el camino para llegar a mí: el camino del dolor» (La Virgen).

 

     En el transcurso de algunos mensajes, le es ofrecido a Luz Amparo beber del cáliz del dolor, un cáliz de sabor intensamente amargo. Quienes hemos presenciado sus éxtasis, en directo o en imágenes grabadas, podemos observar cómo —en estas ocasiones— abarca entre sus manos un recipiente —para nosotros invisible— y consume ese líquido, del que sí se escucha su deglución. Alguna vez ese amargor y malestar en la garganta han permanecido incluso tras el éxtasis.

 

     En el mensaje de 2 de agosto de 1986, la Virgen detalla los efectos, para el alma de Amparo, de esta singular bebida: conforta ante el sufrimiento y la une al dolor de María y de su Hijo Jesús. Le dice así: «Es preciso que te prepare mi Hijo con esta amargura, porque tienes que sufrir mucho. Te confortará, aunque sientas amargura, hija mía. Te dará fuerza para el dolor... Tienes que ayudar, hija mía, y es preciso recibir esta amargura. Si no, no podrías soportar el sufrimiento ni el dolor. Después serás reconfortada, hija mía (...). Las almas que escoge mi Hijo, las fortifica con el cáliz del dolor y las purifica con su Sangre, para que éstas unan su dolor al de Él».

 

     El cáliz o copa bíblicos aparecen en pasajes del texto sagrado como signo de la ira de Yahveh (3). En todo el capítulo 16 del Apocalipsis se describen los efectos de «las siete copas del furor de Dios» (Ap 16, 1). La figura del cáliz está presente en la vida de otras almas elegidas a través de la Historia de la Iglesia, y tiene igualmente reminiscencias evangélicas (oración de Jesús en Getsemaní (4) ).

 

     Aparte de los efectos en su persona, lo bebe Luz Amparo, como alma víctima, en sustitución de los que habrían de consumirlo en castigo a sus pecados; así puede deducirse por lo que dice el salmista: «Hay una copa en la mano de Yahveh, y de vino drogado está lleno el brebaje: Él lo escanciará, y sorberán hasta las heces, lo beberán todos los impíos de la Tierra» (Sal 75 [74], 9).

 

     Mas, el dolor y la victimización de Luz Amparo no son inútiles; desde que fue elegida por el Señor, para sus misteriosos designios de salvación, su dolor, unido al de Cristo, ha producido abundantes frutos: el grano de trigo que muere enterrado da mucho fruto (cf. Jn 12, 24); el dolor de la madre al dar a luz obtiene para el mundo una nueva vida... Dice Jesús en el Evangelio: «La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar» (Jn 16, 21-22). Con frecuencia, las personas visitadas por el dolor son alegres, hasta aflora en ellos el buen humor, porque el sufrimiento aceptado con paz proporciona alegría, la cual nadie les puede quitar, porque viene de Dios; es un don de Él, así como uno de los frutos del Espíritu Santo.

Algunos de esos frutos apuntados son presentados a Luz Amparo durante el mensaje: «Mira estas almas; con tus oraciones van a las moradas que tienen preparadas. Mira qué luz desprenden sus cuerpos.(5). (Intenta alcanzar algo con las manos). No puedes tocarlos; no te verán; la Tierra está llena de pecado y homicidio; un alma gloriosa no puede entrar en la Tierra.(6)» (La Virgen).

 


(1) De dignitate psalterii, p. 2ª, c. 17.

(2) Beato Alano de la Rupe, Apología, c. 22; Ros. Míst., 9ª dec., c. 8.

(3) Cf. Is 51, 17. 22; Jr 25, 15. 17. 28; Ap 14, 10.

(4) Cf. Mt 26, 39. 42; Mc 14, 36; Lc 22, 42; Jn 18, 11.

 

(5) Es decir: almas con figura corpórea. La reunificación definitiva de alma y cuerpo se producirá al fin del mundo con la resurrección de la carne.

(6) Se entiende: sin especial permisión de Dios; en estas ocasiones, algunas almas de bienaventurados se manifiestan a personas de la Tierra con alguna misión especial.

 

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