MENSAJE DEL 6 DE JULIO DE 1.981

El Señor me ha dicho:
"La humanidad no quiere escuchar las palabras de mi santísima y pura Madre; Ella se ha manifestado en muchos lugares de España, pero no creen en Ella. Mi Madre sufre mucho por todos; está triste, llora por todos los pecadores y siempre está pidiéndome que tenga piedad de todos, pero Yo le he contestado: "¿Y de Tí, Madre mía, quién tiene piedad? Te están constantemente blasfemando, calumniando, despreciándote." Mi santa Madre con ese manto de dolor quiere redimiros a todos, a cambio de sus lágrimas y de sus dolores. Yo no puedo ver sufrir así a mi Madre; por eso voy a ser Yo el que va a mandar el castigo a toda la humanidad tan desagradecida; pero diles que todos los que crean, que no tengan miedo, que no les afectará nada; diles que perseveren en la oración y que se acerquen a la Eucaristía que allí estaré Yo para ayudarles a perseverar y darles fuerzas para querer mucho a esa Madre tan buena.

Os pido que no la hagáis sufrir. Creed en Ella, que Ella os abrirá las puertas del Cielo, y que se quite ese manto de Dolorosa y se ponga el manto blanco. Con vuestra oración, vuestra penitencia pedid mucho por los que no creen, que el tiempo del castigo está muy cerca; los tiempos son muy graves. Diles a todos que recen mucho el santo Rosario para que se aplaque la ira de Dios Padre. Los que estén con Dios y la santísima Virgen que no tengan miedo, pero para los que no quieran estar en gracia de Dios será espantoso.

COMENTARIO A LOS MENSAJES

6-Julio-1981

En este mensaje es el Señor el que interviene; esta vez, habla con pena y dolor acerca de su Madre, a quien defiende al tiempo que hace un elogio de Ella. "La Humanidad –dice– no quiere escuchar las palabras de mi santísima y pura Madre". Como en tantos mensajes, se refleja el sufrimiento de los Sagrados Corazones que, misteriosa pero realmente, padecen por el mal y los pecados del mundo: "Mi Madre sufre mucho por todos; está triste, llora por todos los pecadores y siempre está pidiéndome que tenga piedad de todos". Y continúa: "Yo le he contestado: ‘¿Y de Ti, Madre mía, quién tiene piedad?’ (...). Mi Santa Madre, con ese manto de dolor, quiere redimiros a todos, a cambio de sus lágrimas y de sus dolores". Al verla así, el Señor se duele: "Yo no puedo ver sufrir así a mi Madre"; enseguida, con indignación y cargado de justicia, anuncia: "Por eso, voy a ser yo el que va a mandar el castigo a toda la Humanidad tan desagradecida; pero diles que todos los que crean, que no tengan miedo, que no les afectará nada; diles que perseveren en la oración y que se acerquen a la Eucaristía". Los mensajes se refieren en varias ocasiones a este castigo de tipo universal, que está preparado "para todos los que no han querido hacer caso a todos los avisos del Cielo", según explicación dada a Luz Amparo por el Arcángel San Gabriel (19/6/1981).(1)

Sobre este tema conviene aclarar: en Dios no caben los castigos al estilo humano, como aplicación de una justicia imperfecta o como signo de venganza. No obstante, si repasamos la Biblia, comprobamos en diferentes pasajes que, efectivamente, Dios castiga. Lo hace con nuestros primeros padres, Adán y Eva, a raíz del pecado original (cf. Gn 3, 16-19); "por la maldad del hombre sobre la Tierra", envía el Diluvio universal (cf. Gn 6, 5-7). El papa Juan Pablo II, en una de sus enseñanzas morales, refiere este hecho bíblico y habla del "castigo purificador del Diluvio provocado por la propagación del pecado y de la violencia".(2) El mismo Pontífice subrayaba otra vez: "Al mal moral del pecado corresponde el castigo, que garantiza el orden moral en el mismo sentido trascendente en el que este orden es establecido por la voluntad del Creador y Supremo Legislador. (...) Dios es un juez justo, que premia el bien y castiga el mal".(3) Por último, es conocido el caso de Sodoma y Gomorra que, junto con las ciudades de Adama y Seboyim (cf. Dt 29, 22), fueron alcanzadas por fuego y azufre que cayeron del cielo (cf. Gn 19, 24).

Es cierto que, en esta vida, Dios no siempre castiga a los más culpables, ni todos los pecados, en espera de conversión y penitencia;(4) pero sí que se dan castigos en el tiempo y, ciertamente, en la otra vida. Así, p. ej., enseña el nuevo Catecismo: "La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados" (n. 1031). Y sobre este último, citando a san Mateo,(5) enseña también: "Cristo vendrá ‘en su gloria acompañado de todos sus ángeles (...). Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda (...). E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna’" (n. 1038).

Del mismo modo, respecto a los castigos temporales, se expresaba la vidente de Lourdes, Bernardette Soubirous (Sta. Bernardita), quien escribió tras unas inundaciones ocurridas en Francia en 1875: "El buen Dios nos castiga. Las calles de París se vieron regadas por la sangre (1871), pero no bastó para ablandar los corazones endurecidos por el mal. ¡Qué ciego está el hombre! ¿Quién ha sido el causante de tan terrible castigo? El pecado es lo que atrae sobre nosotros todos estos castigos".

En el mensaje que comentamos hay, a la vez, una llamada a la esperanza, pues indica el Señor a Luz Amparo: "Diles que todos los que crean, que no tengan miedo, que no les afectará nada", y propone algunos de los medios principales para mantenerse firmes en el espíritu: "Que perseveren en la oración y que se acerquen a la Eucaristía, que allí estaré yo para ayudarles a perseverar y darles fuerzas para querer mucho a esa Madre tan buena". De forma conmovedora, se refiere a la Virgen: "Os pido que no la hagáis sufrir. Creed en Ella, que Ella os abrirá las puertas del Cielo". Vuelve a recomendar la devoción del Rosario y finaliza con palabras consoladoras y otras de seria advertencia: "Los que estén con Dios y la santísima Virgen, que no tengan miedo, pero para los que no quieran estar en gracia de Dios será espantoso".

A veces, avisos como éstos son necesarios para el bien de las almas que, de otra manera, no reaccionarían de cara a su salvación; así lo explica santo Tomás de Aquino y lo recoge también el Catecismo (n. 1964): "Existen, en la nueva alianza, hombres carnales, alejados todavía de la perfección de la ley nueva: para incitarlos a las obras virtuosas, el temor del castigo y ciertas promesas temporales han sido necesarias, incluso bajo la nueva alianza".(6) Dios quiere que nos acerquemos a Él por amor, que es lo más perfecto; pero no olvidemos que "el principio de la sabiduría es el temor del Señor" (Pr 1, 10).

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1 - Cf. "¿Continúa Dios manifestándose a los humildes?, t.1, p.4. Algunas características del castigo se detallan en mensajes posteriores (ver, p.ej., 23/10/1981; 18/12/1981; 11/2/1982; 25/12/1982; 6/1/1983; 14/1/1983; etc.)

2 - "Evangelium Vitae", 53.

3 - "Salvifici Doloris", 10.

4 - Cf. Jesucristo en Lc. 13, 1-5.

5 - Mt. 25, 31. 33. 46.

6 - "Suma Teológica", 1-2, 107, 1 ad 2.

 

"Haced apostolado por todas las partes del mundo, hijos míos,
extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)

(EJEMPLAR GRATUITO)

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