MENSAJE DEL DÍA 5 DE FEBRERO DE 1983, PRIMER SÁBADO DE MES,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

       LA VIRGEN:

       Hija mía, hija mía, mi Corazón está triste porque los hombres son ingratos y crueles; abusan de mi misericordia y han convertido el mundo en escenario de crímenes y de placeres, hija mía. Derramo misericordia por todas las partes; pero los ingratos no quieren salvarse, hija mía.

       Me he manifestado en muchos lugares del mundo; pero los representantes de mi Iglesia hacen desaparecer mi nombre, hija mía. ¡Qué ingratos son, hija mía! Me manifiesto para dar avisos a toda la Humanidad, para que se salven. ¿Qué hacen, hija mía, qué hacen con mi Iglesia, hija mía? Intentan, en cualquier lugar que me he manifestado, desaparecer mi nombre, porque ellos mismos, hija mía, no creen en mi existencia.

       Tampoco comprenden, hija mía, que yo me pueda manifestar a almas pequeñas e incultas, para decirles que se han dejado guiar por la astucia del enemigo que los ha adentrado en el mundo de placeres, hija mía. Han olvidado la oración y el sacrificio, hija mía. Que cojan el camino del Evangelio, que es el camino de luz, de caridad, de humildad, de pobreza y de celo para la gloria de Dios, hija mía.

       También, hija mía, avísales que cambien sus vidas; que se dediquen a la oración y a la penitencia; que los ángeles de Dios van a hacer gran justicia y van a morir todos los enemigos de la Iglesia. Sí, hija mía, que hagan visitas; haced visitas al Santísimo, hija mía. Mi Hijo está triste y solo, esperándoos a todos. Los ángeles están preparados, hija mía. Que mis almas consagradas vuelvan al camino de la oración y de la penitencia; que van a ser gobernados, hija mía, por una vara de hierro y beberán la cólera de Dios, hija mía. No piensan, hija mía, que me puedo manifestar a los pequeños, a los humildes, para confundir a los poderosos. Sé astuta, hija mía, están intentando planes diabólicos para destruir esto, hija mía. Sé humilde, hija mía; humildad es lo que te pido, y que seas astuta como la serpiente, y humilde y sencilla como la paloma, hija mía.

       Mira mi Corazón cómo está, hija mía, por mis almas consagradas. Besa el suelo, hija mía, en acto de reparación por todos los pecados... Por las almas consagradas, hija mía. Este acto de humildad, hija mía, ofrécelo por mis almas consagradas. Mira mi Corazón, hija mía, cómo está; está cercado de espinas por la ingratitud de los hombres. No lo toques, hija mía, no hay ni una purificada.

       Haced oración y sacrificio porque está próximo, hija mía, el Juicio de las naciones. En cada nación se hará un pequeño juicio y en aquellas naciones donde no hay piedad, ni amor, ni humildad, habrá grandes castigos, hija mía.

       Tú, hija mía, no te dejes engañar por la astucia del enemigo. Intentan destruir esto, hija mía. Humildad es lo que pido; humildad, oración y sacrificio. Seguid rezando el santo Rosario, hijos míos, por la salvación del mundo, por las almas de los pobres pecadores. Vuelve a besar el suelo, hija mía... Por toda la Humanidad, por todos mis hijos.

       Ofrécete, hija mía, como víctima en reparación de todos los pecadores. Mientras haya víctimas, hija mía, que quieran reparar, Dios Padre detendrá su justicia, hija mía. Quiero que se salve, por lo menos, la tercera parte de la Humanidad. Sí, hija mía, te sigo repitiendo: no hagas caso de los lobos, hija mía, que son lobos revestidos con piel de oveja; intentan destruir esto, hija mía. Esto ha pasado en otros lugares, hija mía. Pido que sigáis haciendo el Vía Crucis, hijos míos, y que meditéis la Pasión de mi Hijo, que está muy olvidada.

       Bebe, hija mía, unas gotas del cáliz del dolor... Está muy amargo, hija mía; esta amargura la siente mi Corazón por todos mis hijos sin distinción de razas, hija mía.

       Escribe otro nombre en el Libro de la Vida, hija mía... Este nombre, hija mía, no se borrará jamás. Y tú, hija mía, sé humilde; mi Hijo quiere almas pequeñas, muy pequeñas, hija mía, para poderlas trasplantar en su jardín. Tienes que hacerte muy pequeña para subir muy alta.

       Yo os bendigo, hijos míos, en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.

       Hija mía, sé astuta. Intentan decir que estás neurasténica y loca, hija mía. Que todo esto lo haces porque estás enferma, hija mía. Sé humilde a las pruebas que te esperan, hija mía.

       Adiós, hija mía, adiós.


COMENTARIO A LOS MENSAJES

5-Febrero-1983

     «Hija mía, hija mía, mi Corazón está triste porque los hombres son ingratos y crueles; abusan de mi misericordia, y han convertido el mundo en escenario de crímenes y de placeres, hija mía. Derramo misericordia por todas las partes; pero los ingratos no quieren salvarse, hija mía» ( La Virgen ).

     ¡Qué ingratitud la de la Humanidad ! ¡A cambio de tanta misericordia derramada por Dios, le respondemos ingrata y cruelmente al ofenderle con todo tipo de pecados! El Señor nos otorga continuamente su perdón y ¿qué le ofrecemos a cambio?: «...abusan de mi misericordia, y han convertido el mundo en escenario de crímenes y de placeres», se lamenta la Madre de Dios en este mensaje, «Madre de piedad, amor y misericordia», como rezamos en una jaculatoria al final de cada misterio del Rosario.

     En sintonía con la espiritualidad de la Divina Misericordia , los mensajes de Prado Nuevo nos hablan de este precioso atributo divino, «el atributo más estupendo del Creador y del Redentor»(1), en palabras del papa Juan Pablo II en su fundamental encíclica Dives in Misericordia; quien en este mismo documento afirma, en consonancia con el mensaje que estamos comentando y a propósito de los juicios equivocados acerca de la justicia y la misericordia: «No obstante, tales juicios acerca de la misericordia no descubren la vinculación fundamental entre la misericordia y la justicia, de que habla toda la tradición bíblica y en particular la misión mesiánica de Jesucristo. La auténtica misericordia es, por decirlo así, la fuente más profunda de la justicia»(2). Refiriéndose a la Madre de Dios, que es asimismo Madre de misericordia, concluye el Papa: «Supliquemos por intercesión de Aquélla que no cesa de proclamar “la misericordia de generación en generación”, y también de aquéllos en quienes se han cumplido hasta el final las palabras del sermón de la montaña: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia”»(3).

     Se entiende así lo que dijera el Señor en el mensaje de 6 de abril de 1996: «Os digo, hijos míos: arrepentiros y convertiros, que los tiempos son graves y los hombres no habéis alcanzado a ver la justicia de Dios, porque sólo os quedáis en la misericordia, hijos míos. Yo emplearé mi justicia para los injustos y mi misericordia para los justos».

     Continuamos con el mensaje objeto de nuestro comentario: «Me he manifestado en muchos lugares del mundo; pero los representantes de mi Iglesia hacen desaparecer mi nombre, hija mía. ¡Qué ingratos son, hija mía! Me manifiesto para dar avisos a toda la Humanidad , para que se salven. ¿Qué hacen, hija mía, qué hacen con mi Iglesia, hija mía? Intentan, en cualquier lugar que me he manifestado, desaparecer mi nombre, porque ellos mismos, hija mía, no creen en mi existencia» ( la Virgen ).

     «Me he manifestado en muchos lugares del mundo»: con estas palabras, la Virgen menciona otras apariciones suyas en otros lugares de la Tierra —se entiende que eran actuales cuando se transmitió este mensaje—, a la vez que constata el ataque a sus manifestaciones: «Intentan, en cualquier lugar que me he manifestado, desaparecer mi nombre». Llegados a este punto, podemos preguntarnos: pero, realmente, ¿dónde se aparece la Virgen ?:

     Vamos a contestar a esta pregunta según los criterios largamente madurados en la Iglesia y que se abordaron en un documento de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (25-2-1978). Los resumimos en los siguientes puntos, teniendo a la vista el resumen que el prestigioso teólogo René Laurentin hace en su libro Apariciones actuales de la Virgen María(4):   

     1. Que haya información suficiente: en la actualidad, hay medios técnicos para recabar dicha información: grabaciones en audio, en imágenes, trascripción de los mensajes, entrevistas, etc.

     2. Ortodoxia: ¿son las apariciones conformes con la fe y las buenas costumbres? Porque un error serio en estas materias basta para descartar la autenticidad. «Todo reino dividido contra sí mismo será desolado» (cf. Mt 12, 25; Mc 3, 24).

     3. Transparencia: ¿se refieren las apariciones y videntes a Dios, a Cristo, al Evangelio, al servicio de Dios y de los hombres, para el bien de la fe, de la felicidad y de la paz? ¿O se refieren a ellos mismos, a las particularidades de sus opciones y de su visión, a la abundancia de sus inspiraciones, a la extravagancia de sus ritos, etc.?

     4. Hay signos serios de que el dedo de Dios está allí. Son los frutos: curaciones, conversiones y distintos milagros, como la danza del sol de Fátima, y otros signos del Cielo. Hay que contemplar los frutos en todos sus niveles: los videntes por sí mismos, el testimonio de su vida, el entorno, los peregrinos y todos aquellos que creen en las apariciones o visitan al vidente.

     5. Discernimiento de los expertos de diversas competencias (médicos y psiquiatras) acerca de la salud o patología de los videntes, sobre todo en los momentos de éxtasis.

     Conviene aclarar que este criterio está en discusión. No se debe aplicar, como han hecho algunos teólogos, de un modo racionalista, lo que les ha conducido a considerar, por ejemplo, el éxtasis como un fenómeno patológico ignorando la intervención sobrenatural.

     6. Actitud de la autoridad eclesiástica ante el fenómeno: ¿favorable o desfavorable?

     Aunque la Iglesia no se vale de la infalibilidad al emitir su juicio, su calificado criterio incorpora una singular y considerable importancia. Normalmente, es decisivo su dictamen sobre la ortodoxia de doctrina: conformidad o no de la aparición con la fe y las costumbres.

     En un primer examen pastoral de los hechos, si no hay nada contra la fe y las buenas costumbres, si las apariciones producen buenos frutos, el obispo puede asumir el evento y autorizar oficialmente el culto.

     Podemos añadir, como conclusión, que los criterios recién enumerados estimamos que se cumplen en el caso de Prado Nuevo (El Escorial) y en la persona de Luz Amparo, a quien consideramos un alma elegida y auténtico instrumento en manos de Dios. René Laurentin habla de este caso en el libro citado valorándolo de forma muy positiva(5). Con motivo del 25º Aniversario de las apariciones de El Escorial, ha vuelto a intervenir en un trabajo sobre el tema publicado en la revista francesa Chrétiens Magazine(6).


(1) Dives in Misericordia, 13.

(2) Ibíd., 14.

(3) Ibíd., 15.

(4) O. c. (Madrid, 1989) pp. 62-67.

(5) O. c., pp. 143-146.

(6) Nº 191, 15-junio-2006, pp. 10-13.