MENSAJE DEL DÍA 5 DE NOVIEMBRE DE 1983, PRIMER SÁBADO DE MES,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

LA VIRGEN:

     Hija mía, aquí me tienes, hija mía; ya sé que sufres. Piensa que mi Hijo te ha escogido víctima de su amor; métete en su Corazón, hija mía, que su Corazón te consolará.

     Mira, hija mía, mi Hijo está lleno de amor por todos los hombres, pero los hombres no quieren recibir ese amor, hija mía, ¡qué ingratos son, hija mía!

     Los avisos se van a acabar, hija mía; serán muy cortos mis avisos, sólo de sacrificio y de oración. Me seguiré manifestando, hija mía, para dar la bendición a todos mis hijos, a todos, hija mía, sin distinción de razas.

     Sí, hija mía, el primer sello está abierto, hija mía. ¿Sabéis cuál es el primer sello, hijos míos? Vendrán muchos pastores falsos, muchos, hijos míos; ya están entre la Humanidad. Irán de puerta en puerta, de dos en dos, con la Biblia en la mano para engañaros, hijos míos; no os dejéis engañar. El enemigo se ha metido en esos cuerpos; esas doctrinas, hijos míos, no es la de Cristo, hijos míos. ¿Cómo mi Hijo puede estar contento si desprecian a su Madre, hijos míos?

     El segundo sello está a punto de ser abierto: guerra, hijos míos, detrás de la guerra vendrá el hambre, las pestes, las enfermedades; se levantará nación contra nación y reino contra reino, hijos míos, y grandes terremotos destruirán la mayor parte de la Humanidad. Por eso os pido, hijos míos: sacrificio, hijos míos, sacrificio y oración por los pobres pecadores. Besa el suelo, hija mía, por la conversión de los pobres pecadores... Por todos los pecadores, hijos míos, por todos, sin distinción de razas, hijos míos; ¡mi Corazón los ama a todos!, mi Corazón derrama las gracias para todos aquéllos que las quieran recibir, hijos míos.

     El mundo está en un gran peligro, el tiempo se aproxima, los hombres no cambian y cada día ofenden más a Dios Padre. ¡Pobres almas, hijos míos, qué pena me dan, qué pena, hijos míos!

     Vuelve a besar el suelo, hija mía, por las almas consagradas. Las almas consagradas, ¡las ama tanto mi Corazón!, pero, ¡qué mal corresponden a este amor, hijos míos! ¡Cuántas almas están arrastrando al fuego del abismo, hijos míos! ¡Qué pena de almas! Han olvidado la oración y se introducen dentro del mundo, en los placeres y el amor al dinero, hijos míos. Mi Corazón ¡los ama tanto!; ¡pobres almas, hijos míos! Vuelve a besar el suelo por las almas consagradas... Por las almas consagradas, para que olviden los vicios, los placeres, y se entreguen a extender el Evangelio de Cristo por todas las partes del mundo.

     Todos, hijos míos, todos tenéis obligación de extender la palabra de Dios por todo el mundo.

     Sí, hija mía, vas a seguir sufriendo mucho; ofrécelo por los pobres pecadores, hija mía. Mi Hijo te escogió, hija mía, no por santa ni por buena, hija mía, sino por miserable y por poca cosa, hija mía; por eso te pido: no nos defraudes ni a mi Hijo ni a mí, hija mía. Si te calumnian, hija mía, ofrécelo por Cristo Jesús; si se ríen de ti, hija mía, ofrécelo por Cristo Jesús. De Cristo se burlaban, se reían, le llamaban “el endemoniado”, hija mía, y tú no vas a ser más que Cristo, hija mía.

     Sí, hijos míos, os pido sacrificio acompañado de oración.

     Rezad el santo Rosario; con el Rosario, hijos míos, podéis ayudar a salvar muchas almas.

     Hijos míos, os bendigo como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Levantad todos los objetos, hijos míos... Todos los objetos han sido bendecidos, hijos míos. Si algún moribundo no está en gracia de Dios y está en la agonía, hijos míos, ponedle uno de estos objetos, para que muera en gracia de Dios. También servirán para la conversión de los pobres pecadores, hijos míos.

     Hijos míos, os repito como os he repetido hace muchos años: sacrificio, sacrificio y oración.

     Adiós, hijos míos. ¡Adiós!


COMENTARIO A LOS MENSAJES

5-Noviembre-1983

     «...aquí me tienes, hija mía; ya sé que sufres. Piensa que mi Hijo te ha escogido víctima de su amor; métete en su Corazón, hija mía, que su Corazón te consolará.

     Mira, hija mía, mi Hijo está lleno de amor por todos los hombres, pero los hombres no quieren recibir ese amor, hija mía, ¡qué ingratos son...!» (La Virgen).

 

     En el mes dedicado tradicionalmente al Sagrado Corazón de Jesús, el mes de junio, comentamos este mensaje en el que la Virgen comienza manifestando los sentimientos más profundos de su Corazón. Primero, invitando a Luz Amparo a que se refugie en el Corazón de su Hijo, para hallar en Él consuelo; luego, para mostrar ese mismo Corazón «lleno de amor por todos los hombres», aunque éstos «no quieren recibir ese amor».

     En el Cerro de los Ángeles (Madrid), se encuentra el famoso monumento dedicado al Corazón de Jesucristo, con una gran estatua que lo representa; a sus pies, una frase evangélica que refleja su amor infinito y el consuelo que proporciona a las almas que acuden a Él: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas» (Mt 11, 28-29). Por eso, le recomienda la Virgen a Luz Amparo: «...métete en su Corazón, hija mía, que su Corazón te consolará».

     El segundo párrafo citado del mensaje nos recuerda la clásica manifestación del Corazón de Jesús a santa Margarita María de Alacoque, cuando le hizo la denominada «gran revelación»; en una de sus comunicaciones le dice a la santa, con dolor y ternura, mientras ésta oraba ante el Santísimo expuesto: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que no se ha reservado nada hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor, y en agradecimiento no recibe de la mayor parte más que ingratitudes, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la maldad y el desprecio que tienen por Él en este Sacramento de amor. Pero me duele aún más que se porten así corazones que me están consagrados»(1) (junio de 1675 en la octava del “Corpus Christi”).

       «Sí, hija mía, el primer sello está abierto (...). ¿Sabéis cuál es el primer sello, hijos míos? Vendrán muchos pastores falsos, muchos, hijos míos; ya están entre la Humanidad. Irán de puerta en puerta, de dos en dos, con la Biblia en la mano para engañaros, hijos míos; no os dejéis engañar» (La Virgen).

       Los sellos del Apocalipsis se enumeran en el capítulo sexto de este libro del Nuevo Testamento; el primero de ellos se describe así: «Y seguí viendo: cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, oí al primero de los cuatro Vivientes que decía con voz como de trueno: “Ven”. Miré y había un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor, y para seguir venciendo» (Ap 6, 1-2).

     Qué significado último tiene este sello bíblico lo desconocemos; a lo largo de los siglos, se han ofrecido diferentes explicaciones. El autor del Apocalipsis va mostrando el sentido profundo de la Historia bajo el señorío de Cristo y el significado de las desgracias que afligen a la Humanidad.

     La Virgen identifica el primer sello con «muchos pastores falsos», que «irán de puerta en puerta, de dos en dos, con la Biblia en la mano para engañaros», refiriéndose a los que se arrogan la interpretación de la palabra de Dios, que se han ido desgajando del árbol de la Iglesia Católica a lo largo de la Historia, y han sido fundados por hombres. ¿Quién no ve en este modo de trabajar a los Testigos de Jehová, que van de dos en dos y llamando de puerta en puerta para hacerse oír y comunicar sus doctrinas?

 

     «El segundo sello está a punto de ser abierto: guerra, hijos míos, detrás de la guerra vendrá el hambre, las pestes, las enfermedades; se levantará nación contra nación y reino contra reino, hijos míos, y grandes terremotos destruirán la mayor parte de la Humanidad» (La Virgen).

 

     Aunque el segundo sello del Apocalipsis anuncia también calamidades —«Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Viviente que decía: “Ven”. Entonces salió otro caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la Tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande» (Ap 6, 3-4)—, la descripción del mensaje tiene clara concordia con el discurso de Cristo, que recoge san Lucas en su Evangelio: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo» (Lc 21, 10-11).


(1) José Mª Sáenz de Tejada, S. J., Vida y obras principales de santa Margarita María de Alacoque (Madrid, 1977) p. 28.