MENSAJE DEL DÍA 30 DE SEPTIEMBRE DE 1983 (1)
EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Gracias, hija mía. Coge la cruz; coge la cruz sobre tus hombros, hija mía. Levántate, cárgate la cruz.
LUZ AMPARO:
¡Ay, cómo pesa, ay!
LA VIRGEN:
Sujétala, hija mía, que mi Hijo la llevó horas enteras por todos los pecadores.
LUZ AMPARO:
¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, la cruz! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, la cruz! ¡Ay, Madre mía! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, la cruz!... ¡Ay, Dios mío!...
LA VIRGEN:
Refúgiate en nuestros Corazones, hija mía. Mi Hijo se va a descargar un poco de la cruz y te la va a cargar a ti. Sujétala, hija mía; tienes que pasar esto... Mira qué luz más potente, hija mía; mira qué luz; esa luz te ayudará a llevar la cruz. Refúgiate en nuestros Corazones.
LUZ AMPARO:
¡Ay, qué dolor! ¡Ay, qué dolor!
LA VIRGEN:
Bebe del cáliz del dolor, hija mía. El cáliz del dolor está a punto de acabarse. Bebe unas gotas, hija mía. Comparte con mi Hijo la Pasión...
LUZ AMPARO:
¡Ay! ¡Ay!
LA VIRGEN:
Sufre, hija mía, que, después del sufrimiento, vas a compartir la felicidad en recompensa de tus sufrimientos, hija mía.
Besa el suelo, hija mía... Este acto de humildad sirve para la salvación de las almas, hija mía, especialmente las de los sacerdotes. Oración acompañada de sacrificio... Por todos mis hijos, por todos, hija mía. Cada día son peor los humanos; no se quieren arrepentir de sus pecados. Sin humildad y sin sacrificio, hija mía, no se consigue el Cielo.
LUZ AMPARO:
¡Ay! ¡Ay, mi espalda! ¡Ay, mi espalda!
LA VIRGEN:
Estos golpes siente mi Hijo diariamente por los pecados de los hombres, hija mía. Sed humildes, hijas mías, sed humildes. Os bendigo en el nombre del Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo.
Adiós, hijas mías, adiós.
LUZ AMPARO:
¡Ay, agua! ¡Ay, agua! ¡Ay, agua! ¡Ayyy!, Ángel mío, Ángel mío, Ángel mío, ¡ay, qué feliz! ¡Ay, límpiame otro poquito! ¡Ángel mío!... (Parece hablar en idioma extraño unas palabras). Otro poco, ¡ay, Ángel mío, qué dolor! ¡Ay, Ángel mío, límpiame por aquí! ¡Ay, qué dolor¡ ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, por las rodillas! ¡Ay, por ahí! ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, toma! (Como entregando algo al Ángel). ¡Ay, qué dolor!... (Palabras ininteligibles). Está amargo. ¡Ay, qué amargo! ¡Ay!, ¿qué me has hecho aquí? El hombro me duele mucho ¡Ay, qué dolor! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay, Dios mío! ¡Ay! No me la pongas (se refiere a la corona de espinas que intenta ponerle el Ángel); no me la pongas ahora. No me la pongas, ¡ay!... (Palabras que no se entienden). ¡No me la quites! Pónmela otra vez. ¡Sujétame! ¡Ay, sujétame!... (Palabras ininteligibles). Mis hombros, ¡ay, mis hombros! ¡Ay...!
(1) No existe grabación en audio de este mensaje; fue transcrito por María Elena Sotillo. Cf. o. c., nº 2, pp. 213-214.
COMENTARIO A LOS MENSAJES
30-Septiembre-1983
«Gracias, hija mía. Coge la
cruz; coge la cruz sobre tus
hombros, hija mía. Levántate, cárgate la cruz (...).
Sujétala, hija mía, que mi Hijo la llevó
horas enteras por todos los pecadores» (La Virgen).
Al comienzo de este mensaje se establece un
diálogo entre la Virgen y Luz Amparo, mientras le ofrece cargar con la cruz de
su Hijo; el resto del mensaje se centra en estos misterios de dolor.
La espiritualidad de Prado Nuevo tiene como
primordial meditar la Pasión de Jesucristo, ya «que está completamente olvidada», como dijera la Virgen de los
Dolores aquel 14 de junio de 1981. Hay diferentes escenas de la Pasión que se
recogen en el ejercicio del santo Vía Crucis y en otras prácticas devocionales,
sin olvidar que cada Misa es la renovación o actualización del Sacrificio del
Calvario.
Hace unos años, la Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos sacó el Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia, donde se recogen
diferentes formas de devoción popular; entre ellas, se dice sobre el misterio
de la Pasión (1):
«El texto evangélico, particularmente
detallado en la narración de los diversos episodios de la Pasión (...), ha
hecho que los fieles dirijan su atención, también, a aspectos particulares de
la Pasión de Cristo y hayan hecho de ellos objeto de diferentes devociones: el
“Ecce homo”, el Cristo vilipendiado, “con la corona de espinas y el manto de
púrpura” (Jn 19,5), que Pilato
muestra al pueblo; las llagas del Señor, sobre todo la herida del costado y la
sangre vivificadora que brota de allí; los instrumentos de la Pasión, como la
columna de la flagelación, la escalera del pretorio, la corona de espinas, los
clavos, la lanza de la transfixión; la sábana santa o lienzo de la deposición» (n. 129).
Otras prácticas piadosas relacionadas con
la Pasión que señala el Directorio sobre
la piedad popular y la Liturgia son:
•
Vía Crucis: «Entre los ejercicios de piedad con los que los fieles
veneran la Pasión del Señor, hay pocos que sean tan estimados como el Vía
Crucis. A través de este ejercicio de piedad los fieles recorren,
participando con su afecto, el último tramo del camino recorrido por Jesús
durante su vida terrena: del Monte de los Olivos, donde en el “huerto llamado
Getsemaní” (Mc 14, 32) el Señor fue
“presa de la angustia” (Lc 22, 44),
hasta el Monte Calvario, donde fue crucificado entre dos malhechores, al jardín
donde fue sepultado en un sepulcro nuevo, excavado en la roca» (n. 131).
•
Vía Matris: «Así, según el modelo del Vía Crucis, ha nacido el
ejercicio de piedad del Vía Matris dolorosae, o simplemente Vía
Matris, aprobado también por la Sede Apostólica (...). La intuición
fundamental es considerar toda la vida de la Virgen, desde el anuncio profético
de Simeón hasta la muerte y sepultura del Hijo, como un camino de fe y de
dolor: camino articulado en siete “estaciones”, que corresponden a los “siete
dolores” de la Madre del Señor (...).
Como el dolor de la Virgen tiene su causa en el rechazo que Cristo ha
sufrido por parte de los hombres, el Vía Matris remite constante y
necesariamente al misterio de Cristo, siervo sufriente del Señor, rechazado por
su propio pueblo. Y remite también al misterio de la Iglesia: las estaciones
del Vía Matris son etapas del camino de fe y dolor en el que la Virgen ha
precedido a la Iglesia y que ésta deberá recorrer hasta el final de los tiempos»
(nn. 136-137).
•
La
preciosísima Sangre de Cristo: «La veneración de la Sangre de Cristo ha pasado
del culto litúrgico a la piedad popular, en la que tiene un amplio espacio y
numerosas expresiones. Entre éstas hay que recordar:
-la Corona de la preciosa
Sangre de Cristo, en la que con lecturas bíblicas y oraciones son objeto de
meditación piadosa “siete efusiones de sangre” de Cristo (...) recordadas en
los Evangelios: la sangre derramada en la circuncisión, en el huerto de los
olivos, en la flagelación, en la coronación de espinas, en la subida al Monte
Calvario, en la crucifixión, en el golpe de la lanza;
-las Letanías de la Sangre de Cristo:
(en) el formulario actual, aprobado por el papa Juan XXIII (...), las
referencias a pasajes bíblicos son numerosas;
-la Hora de adoración a la preciosa
Sangre de Cristo, que adquiere una gran variedad de formas, pero con un
único objetivo: la alabanza y la adoración de la Sangre de Cristo presente en
la Eucaristía, el agradecimiento por los dones de la Redención, la intercesión
para alcanzar misericordia y perdón, la ofrenda de la Sangre preciosa por el
bien de la Iglesia;
-el Vía Sanguinis: un ejercicio de
piedad reciente que (...) ha tenido su origen en África, donde hoy está
particularmente extendido entre las comunidades cristianas. En el Vía
Sanguinis los fieles, avanzando de un lugar a otro como en el Vía
Crucis, reviven los diversos momentos en los que el Señor Jesús derramó su
sangre por nuestra salvación» (n. 178).
(1) Hemos eliminado algunas citas bíblicas, para
una mejor lectura del texto.