MENSAJE DEL DIA 25 DE SEPTIEMBRE DE 1.981 (Extasis presenciado por varias personas)
HABLA
EL SEÑOR:
"Anuncia, hija mía, que soy como el padre del hijo pródigo, que
todo el que venga a M í estará salvado, que Yo estoy esperando
con los brazos abiertos. Estoy muy triste. Diles que las trompetas están
a punto de sonar. iPobre del que no esté preparado cuando oiga estos
sonidos!
En 1983 aumentarán los castigos: Habrá grandes terremotos, grandes sequías, enfermedades que causarán la muerte. Rezad, hijos míos y poneos a bien con Dios, con la oración se puede calmar la justa y divina ira de Dios Padre. Tú, hija mía, vas a sufrir mucho, pero también sufrí Yo por todos vosotros; es importante sufrir; sufriendo se alcanza el reino de Dios. Di lo que Yo decía: Padre, hágase tu voluntad y no la mía. La voluntad de mi Padre era que derramara hasta la última gota de mi sangre, y la derramé por todos vosotros.
La tercera morada se llamará Belén. Antes de llegar a esta morada hay que coger la cruz aunque sea pesada; Yo os ayudaré a Ilevarla. Hija mía, no nos defraudes. Yo vendré a por los escogidos. Te repito; no nos defraudes, lucha contra el enemigo. Yo soy el Alfa y Omega, el que crea en Mí tendrá el reino de los cielos. Llevo una cruz a cuestas para que Dios Padre derrame su divina misericordia sobre toda la humanidad.
(Aquí
el Señor da a Amparo una fecha. . .)
Te repito: diles a todos que vengan a Mí, que soy como el padre del hijo
pródigo. Sufre, hija mía. Adiós, cumple con la misión
que te he encomendado".
COMENTARIO A LOS MENSAJES
25-Septiembre-1981
En este mensaje, el Señor se presenta como "el padre del hijo pródigo", lo cual nos recuerda la conocida parábola del Evangelio: "Anuncia, hija mía, -le dice a Luz Amparo- que soy como el padre del hijo pródigo, que todo el que venga a mí estará salvado, que yo estoy esperando con los brazos abiertos". ¡Y es que el amor de Dios es grande!; Él sale a nuestro encuentro en el camino de la vida, para abrazarnos y estrecharnos contra su Corazón, que es un manantial de misericordia. Pero el hombre, enfrascado en el pecado, se aleja de su Salvador, haciendo oídos sordos a sus llamadas a la conversión. Sólo cuando se atreve a pronunciar las palabras del joven de la parábola -"Padre, he pecado"- recupera la amistad con Dios; entonces, el perdón divino se desborda sin medida, pues Él perdona todas nuestras culpas y sana todas nuestras dolencias(1). Si el hijo que se aleja de la casa paterna, despilfarra la herencia recibida y su misma dignidad, el padre derrocha misericordia y amor; por eso, Juan Pablo II, al explicar este pasaje evangélico, dice que la parábola normalmente llamada del hijo pródigo debería denominarse "del padre misericordioso"(2). No es extraño, por ello, que el Señor manifieste en el mensaje: "Estoy muy triste", pues no es insensible a los desprecios del hombre pecador, y espera de él una petición de perdón cuando le ha ofendido, y una mirada de amor y agradecimiento a tantos beneficios recibidos.
A continuación, con un 1enguaje bíblico, anuncia: "Diles que las trompetas están a punto de sonar. ¡Pobre del que no esté preparado cuando oiga estos sonidos!".
La trompeta aparece en la Sagrada Escritura con diferentes significados. En el libro del Levítico tiene un tono festivo: "En el mes séptimo, el primero del mes, tendréis un descanso solemne, una fiesta memorable con toque de trompetas, una asamblea santa" (Lev 23, 24); asimismo, se utiliza para anunciar el año de jubileo: "Entonces, en el mes séptimo, el diez del mes, harás resonar la trompeta sonora; en el día de la Expiación haréis resonar la trompeta por toda vuestra tierra". (Lev 25, 9). Como aviso de una teofanía (o manifestación de Dios) son tañidos en Éxodo (19, 16-17): "Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte, y también un toque penetrante de trompeta (...). Entonces Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios". San Pablo la refiere en cuanto a signo de la venida de Cristo: "Porque el mismo Señor, dada la señal, descenderá del cielo, a la voz del arcángel y al son de la trompeta de Dios" (1 Tes 4, 16). Muchas veces, se proclama con ella la majestad de Yahvé, y también resuena como aviso de calamidades, cuando se van nombrando las siete trompetas del Apocalipsis (capítulos 8, 9 Y 11).
Con este último sentido profético parece que habla el mensaje, pues, nada más referirse al sonido de las trompetas, anuncia: "Habrá grandes terremotos, grandes sequías, enfermedades que causarán la muerte", y muestra los remedios sobrenaturales para afrontarlo: "Rezad, hijos míos, y poneos a bien con Dios, con la oración se puede calmar la justa y divina ira de Dios Padre".
Resalta el Señor el valor del sufrimiento, pues también Él sufrió por nosotros, e invita a la aceptación del mismo como medio para alcanzar la Gloria: " Es importante sufrir; sufriendo se alcanza el Reino de Dios. Di lo que yo decía: Padre, hágase tu voluntad y no la mía" (3). Este misterio acompaña la vida de todo ser humano; pero Cristo ha hecho de él una base para alcanzar el bien definitivo: la salvación eterna; Él mismo, con sus padecimientos, ha vencido al artífice del mal: Satanás, que lucha por la perdición definitiva del hombre. "Ante el hermano o la hermana que sufren, Cristo abre y despliega gradualmente los horizontes del reino de Dios, de un mundo convertido al Creador, de un mundo liberado del pecado, que se está edificando sobre el poder sa1vífico del amor".(4)
Seguidamente, el mensaje hace referencia a una misteriosa morada: "La tercera morada se llamará Belén"; y, para conseguirla, la asocia a la cruz, que hay que coger, "aunque sea pesada; yo os ayudaré a llevarla". pide a Luz Amparo que no le defraude en su entrega y termina con una serie de frases llenas de belleza y consuelo: "Yo soy el A1fa y la Omega, el que crea en mi tendrá el Reino de los Cielos. Llevo una cruz a cuestas, para que Dios Padre derrame su divina misericordia sobre toda la Humanidad (...). Te repito: diles a todos que vengan a mí, que soy como el padre del hijo pródigo".
"Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré", nos dice también el Señor en el Evangelio (Mt 11,28), abriéndonos así la puerta de su Corazón, para que nos refugiemos en él y en él podamos descansar y acogernos a su infinita misericordia. En cambio, los hombres se alejan, cada vez más, del camino que conduce a la vida eterna, y no se sienten conmovidos al contemplar la Pasión de Cristo. Precisamente, para advertir de tan grave omisión, la Virgen se manifestó en Prado Nuevo; no olvidemos nunca sus primeras palabras sobre el fresno: "Que se venga a meditar de cualquier parte del mundo la Pasión de mi Hijo, que está completamente olvidada" (14-junio-1981).
1 Cf. Sal 102 [103], 3.
2 Cf. Lc 15, 11-32; Audiencia General, 8/9/1999.
3 Cf. Mt 26, 42; Lc 22, 42.
4 Juan Pablo II, "Salvifici doloris" , 26.
"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos,
extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)