MENSAJE DEL 2 DE OCTUBRE DE 1.981 - HABLA LA SANTISIMA VIRGEN:

"Mira, hija mía, cómo está mi Corazón, está traspasado de dolor. Mira, cómo sangra por todos mis hijos; por todos, sin distinción de razas. Pedid mucho por la conversión de Rusia; Rusia es el azote de la humanidad; pedid que se convierta.

Diles a todos, hija mía, que el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles y retribuirá a cada uno según sus obras. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre y todos los pueblos de la tierra se darán golpes de pecho y verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo con su gran poder y su gran Majestad.

Hija mía, sufre, sufre que Yo también sufro por todos vosotros. Rezad mucho, hijos míos, haced mucha penitencia, es de la única forma que se llega a mi Hijo. Hija mía, diles a todos que no dejen de rezar el santo Rosario. El santo Rosario rezado con devoción tiene una gran fuerza; hija, díselo a todos. Diles que procuren estar arriba y buscar las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Hija, no hagas caso de nadie, te verás muy sola, muy triste, no nos defraudes, ni a mi Hijo ni a Mí; no nos defraudes, hija mía, date cuenta de que el enemigo está rodeando todo esto y no sabe por donde atacar.

Esos dolores tan terribles los pasa mi Hijo por toda la humanidad; la humanidad está vacía; no hacen caso de los mensajes de su Madre que tanto sufre por ellos; eso que te pasa a ti, hija mía, les ha pasado a muchas almas, han sido perseguidas por los mismos miembros de la Iglesia.

Si alguno os dice que Cristo está aquí, entre vosotros, no le hagáis caso, son cristos falsos que quieren confundir la doctrina de mi Hijo y quieren confundiros a todos para apoderarse de las almas. Tened cuidado, hijos míos, no vayáis a confundiros con los falsos profetas, los escogidos que no se confundan bajo ningún error.

Daos cuenta, hijos m íos, de que Satanás está a ver si puede conseguir la perdición de las almas; que está metido en la Iglesia -más confusión que esa. . .-; que Satanás se ha apoderado de muchos de mis hijos, de muchos hijos míos predilectos de mi Hijo. Sí, hija mía, no hagas caso de los avisos terrenos; ya te lo he dicho en otras ocasiones; escucha los avisos celestiales; los avisos celestiales no se confundirán con los avisos del enemigo, pues el enemigo jamás dirá que se hagan buenas obras.

Rezad mucho, hijos míos, daos cuenta de que no vale la pena nada de lo de la tierra; que mi Hijo os construirá una casa en el Cielo para toda una eternidad. Hijos míos, vale la pena sufrir; pedid por todos los pecadores, hijos míos.

Diles que comulguen los primeros sábados de mes en honor de mi Corazón que está traspasado de espinas por los dolores que me causan tantos pecadores y tantas blasfemias que están profiriendo constantemente contra mi Hijo y contra Mí. Diles a los que viven todo esto que ellos también tendrán muchas pruebas; los calumniarán por muchos motivos; que estén alerta. Muchos han recibido la gracia de ver algunos de estos prodigios; que luchen hasta el final; que no se dejen engañar por nadie.

Hija mía, nosotros te ayudaremos en la Cruz; sufre por todos los pecadores; diles que hagan una visita al Sagrario, que mi Hijo se encuentra muy triste esperando la visita de todos ellos; que no se acuerdan de nosotros y nosotros estamos constantemente pensando en todos. Diles, hija mía, que el tiempo se aproxima, que está muy cerca; que no hacen caso de mis avisos; que algunos no tendrán tiempo de arrepentirse y se condenarán.

Adiós, hija mía, sé fuerte como mi Hijo lo fue hasta el último instante. Adiós hija mía."

COMENTARIO A LOS MENSAJES

2-Octubre-1981

Escogemos algunos párrafos de este mensaje de la Virgen con su correspondiente comentario:

"Mira, hija mía, cómo está mi Corazón; está traspasado de dolor. Mira, cómo sangra por todos mis hijos; por todos, sin distinción de razas. Pedid mucho por la conversión de Rusia; Rusia es el azote de la Humanidad; pedid que se convierta".

El amor de la Virgen María es universal: se extiende a toda la Humanidad sin hacer distinciones por motivo de raza, cultura, condición social, etc. Ama con amor maternal; es Madre de todos los hombres ("Madre de los vivientes»(1) la llama el Concilio Vaticano II), a todos conoce y se preocupa por ellos, ya que tienen un alma que salvar. Su Hijo, Jesucristo, es nuestro Redentor, y María le proporcionó, de su seno virginal, la sangre que vertió en la Cruz por nuestro amor. Esa relación filial depende, después, del conocimiento y aceptación que cada uno de nosotros tengamos de Ella. También la Iglesia es universal o católica; así dijo Jesús resucitado a los apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19). La Santísima Virgen es, de modo más específico, Madre de la Iglesia —como la declaró Pablo VI (2)— y vela por ésta con solicitud amorosa.

La petición por la conversión de Rusia aparece repetidas veces en los mensajes, de manera semejante a como lo hiciera en Fátima. "Ofrece tus dolores por la conversión de Rusia, hija mía", le dice a Luz Amparo pocos días después (23-10-1981); y en fecha posterior insiste sobre el tema, pidiendo "la consagración a Rusia en particular" (3-5-1986), como requisito para lograr su vuelta a Dios. Se nota el valor especial que otorga la Virgen a este deseo suyo, cuyo cumplimiento tanto beneficiará a aquella nación y al resto del mundo.

"Diles a todos, hija mía, que el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles y retribuirá a cada uno según sus obras. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y todos los pueblos de la Tierra se darán golpes de pecho".

Las dos frases anteriores se corresponden con sendas citas del evangelio según san Mateo (Mt 16, 27 y Mt 24, 30). ¡Qué importantes serán en el día del Juicio las obras y el amor que hayamos puesto al realizarlas! El testimonio ha de acompañar a las palabras, la oración debe conducir a la acción, y el amor verdadero se refleja en las buenas obras. No en vano nos advierte san Juan de la Cruz: "A la tarde te examinarán en el amor"(3); es decir, al final de la vida o de cada jornada, tras llevar a cabo una empresa grande o pequeña, después de cada acción u omisión, seremos juzgados por la caridad que hayamos puesto en cada momento. Teniendo en cuenta esto, se expresa el Señor aludiendo al Juicio Final: "Entonces dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme’" (Mt 25, 34-36).

La segunda frase, que concuerda con san Mateo (24, 30), habla de la "señal del Hijo del hombre". ¿Podría ser la Cruz, la señal de cristiano, ya que en ella nos redimió Jesucristo? Él es el Hijo de Dios e Hijo del hombre, conforme a la descripción del profeta Daniel (cf. Dn 7, 13). En este caso, "todos los pueblos" harán duelo, en cuanto esa señal les recordará la muerte de Cristo y llevará a muchos al arrepentimiento y compunción.

"Rezad mucho, hijos míos, haced mucha penitencia, es de la única forma que se llega a mi Hijo".

Hay dos formas generales de salvarse: o por inocencia o por penitencia. La primera no está a nuestro alcance, ya que hemos pecado numerosas veces; por tanto, es preciso hacer penitencia, que, como virtud, nos mantiene en el pesar por haber ofendido a Dios y en el deseo de reparar nuestras faltas. La penitencia nos hace participantes de la Pasión de Cristo y de sus méritos. Aunque incomprensible para la mayoría de los mortales, no es extraño que los santos hayan apreciado en tan gran medida la cruz ("O padecer o morir", repetía santa Teresa de Jesús, p. ej.).

"Daos cuenta, hijos míos, de que Satanás está a ver si puede conseguir la perdición de las almas; que está metido en la Iglesia (...); que Satanás se ha apoderado de muchos de mis hijos".

Palabras fuertes, sin duda; pero no lo son menos las pronunciadas por el papa Pablo VI, cuando afirmó, en su momento, de modo estremecedor: "A través de alguna grieta ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios"(4). A pesar de todo, hay que recordar que Cristo, con su muerte y resurrección, ha vencido al Demonio; nosotros, hijos de Dios y de la Iglesia, hermanos en Jesús, nuestro Redentor, podemos derrotar también al enemigo de nuestras almas. "Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y él huirá de vosotros", nos enseña la carta de Santiago (4, 7). Invoquemos la intercesión poderosa de nuestra Señora, la Virgen; Ella es la Mujer que ha quebrantado la cabeza de la serpiente infernal (cf. Gn 3, 15).


(1) Cf. Lumen Gentium, 56.
(2) Cf. In Spiritu Sancto, 8-12-1965.
(3) Dichos de luz y amor, 59.
(4) Homilía, 29-6-1972.

"Haced apostolado por todas las partes del mundo, hijos míos,
extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)

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