MENSAJE DEL 19 DE MARZO DE 1.982

HABLA EL SEÑOR:

"Hija mía, mi mensaje va a ser muy corto, como anteriormente te he dicho. Te repito que comuniques a los humanos que hagan penitencia en reparación de todos sus pecados. Penitencia, penitencia es lo que pido. Comunícales que el día del Creador está próximo; que procuren estar a la derecha de mis escogidos para llevarlos a la tierra prometida. Mira, hija mía, ¿ves esos puntos luminosos qué pequeños son? parecen una luz de una bombilla; pues son astros sobre los que hay una vida eterna. Esa es la tierra prometida. Nunca el hombre podrá descubrir la grandeza de este tesoro rodeado de tanto misterio.

Adiós, hija mía, te doy mi santa Bendición."

19 DE MARZO DE 1.982

Rezando el santo Rosario en la pradera, en el cuarto misterio, Amparo quedó en éxtasis al hacer su aparición la Santísima Virgen de los Dolores con el Arcángel San Miguel en medio de un resplandor de varios colores que fue visto por algunos de los allí presentes.

El Arcángel por boca de Amparo transmitió este mensaje:

"Soy el Arcángel San Miguel. Si los hombres no cambian y dejan de ofender a Dios, habrá manifestaciones que causarán terror a los habitantes de la tierra; se oirán grandes sonidos en el aire; habrá toda clase de temblores; las casas volarán por los aires; muchos cuerpos volarán y la piel se desprenderá de su cuerpo. Todos los ojos lo verán y aún muchos no lo creerán. Así de endurecidos están los corazones de los humanos. Haced penitencia y haced oración. Acercaos a la Eucaristía; confesad vuestras culpas. Pedid al Padre Eterno.

Apresuraos a escuchar mis palabras, que el tiempo se aproxima. Pedid por los que no rezan y haced penitencia por los que no la hacen."

Una vez terminado el mensaje la Santísima Virgen bendijo a todos los allí presentes.


COMENTARIO A LOS MENSAJES

19-Marzo-1982

«Penitencia, penitencia es lo que pido. Comunícales que el Día del Creador está próximo; que procuren estar a la derecha de mis escogidos para llevarlos a la Tierra Prometida» (El Señor).

Interviene, en primer lugar, el Señor, para pedir penitencia, como en tantas otras ocasiones, recordando la necesidad de este elemento imprescindible en el camino de la santificación; como ingrediente, además, de la reparación por los pecados propios y ajenos; como virtud que nos lleva a dolernos por las culpas cometidas y a aborrecerlas. Escribía Juan Pablo II: «La penitencia es, por tanto, la conversión que pasa del corazón a las obras y, consiguientemente, a la vida entera del cristiano»(1). «Haced frutos dignos de penitencia» (Mt 3, 8), gritaba san Juan Bautista a quienes acudían a recibir su bautismo en el Jordán.

El Día del Creador es equivalente a la expresión del Nuevo Testamento "Día del Señor"(2) o "Gran Día del Dios Todopoderoso" (Ap 16, 14); o bien, el "Día de Yahveh", como aparece en el Antiguo Testamento(3). Coincidirá este día con el Juicio de las naciones, a semejanza del juicio particular a que es sometida cada alma tras la muerte. Hay que anotar que Luz Amparo no podía conocer el profundo sentido bíblico de las expresiones que emplea en los mensajes: Día del Creador, Juicio de las naciones, fin de los tiempos, últimos tiempos, etc.; lo cual es una confirmación más, entre otras, del origen celestial de las revelaciones que comunica.

«Mira, hija mía, ¿ves esos puntos luminosos qué pequeños son?, parecen una luz de una bombilla; pues son astros sobre los que hay una vida eterna. Ésa es la Tierra Prometida. Nunca el hombre podrá descubrir la grandeza de este tesoro rodeado de tanto misterio».

Le muestra el Señor unos puntos luminosos en el horizonte del cielo, y le dice que son astros sobre los que hay vida eterna. ¿Vida eterna de seres humanos? En cualquier caso, se trata de un misterio más que únicamente en la otra vida alcanzaremos a comprender mejor. ¿En qué consiste la vida eterna? Santo Tomás de Aquino lo explica con gran maestría y profundidad, como es habitual en el doctor Angélico:

«La vida eterna consiste:

En primer lugar, en la unión con Dios. Dios mismo es el premio y fin de todos nuestros trabajos: "Yo soy tu protector, y tu galardón grande sobremanera" (Gen 15, 1). A la vez, esta unión consiste en visión perfecta: "Ahora vemos en un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara" (1 Co 13, 12). Y también en una excelsa alabanza.

En segundo lugar, la vida eterna consiste en una perfecta sociedad de los deseos, porque en ella todos los bienaventurados tendrán más de lo que anhelan y esperan (...).

En tercer lugar, la vida eterna consiste en una seguridad total (...).

En cuarto lugar, en la feliz compañía de todos los bienaventurados, compañía que será la más agradable, porque serán de cada uno los bienes de todos»(4).

Explica Luz Amparo, después del éxtasis, que al hacer su aparición la santísima Virgen de los Dolores, viene acompañada del arcángel san Miguel, en medio de un resplandor de varios colores, que fue percibido por algunos de los presentes en Prado Nuevo aquel día.

El Ángel del Señor (o Yahveh) en el Antiguo Testamento era un enviado que aparece y habla en nombre de Dios, como representante suyo. Véase, p. ej., el pasaje del capítulo 16 del Génesis, donde los términos "Yahveh" y "Ángel de Yahveh" se pueden cambiar entre sí(5). Aquí, como algo inusual en los mensajes de Prado Nuevo, se comunica el Señor a través de san Miguel Arcángel, dando la impresión, por el contenido de las palabras, de que es el mismo Señor quien habla.

Sólo en otro mensaje de Prado Nuevo (16-4-1982) se manifiesta este poderoso Arcángel, al que se menciona en total ocho veces en estas revelaciones privadas, y Luz Amparo lo contempla, dentro de las mismas, en dos ocasiones más (ver mensajes: 29-9-1983; 23-12-1984; 25-12-1984; 1-11-1986; 1-8-1987).

A raíz de una visión que estremeció a León XIII, redactó este Papa una breve oración a modo de exorcismo para que cada sacerdote la recitase al terminar la Misa; lo que se ha venido practicando hasta la reforma litúrgica post-conciliar; una de sus versiones dice así:

«Arcángel san Miguel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímalo Dios, pedimos suplicantes. Y tú, príncipe de la celestial milicia, lanza en el Infierno, con el divino poder, a Satanás y a los otros malignos espíritus, que, para perdición de las almas, andan dispersos por el mundo».

El hecho aludido sucedió en 1884, cuando León XIII se encontraba en la acción de gracias de la Misa. Cuenta el P. Domenico Peccherino(6) que el Pontífice levantó la cabeza con un gesto de temor y asombro, y el rostro le cambió de color. Levantándose, se dirigió a su estudio privado y allí redactó la citada oración, que entregó al Secretario de la Congregación de Ritos, para que la publicara y enviase a todos los obispos de la Iglesia Católica. Juan Pablo II se refirió a esta oración en su visita al santuario de San Miguel en Foggia, el 24 de mayo de 1987, recordando allí la lucha que se entabló entre el demonio y san Miguel Arcángel, y que todavía hoy está vigente(7). Para salir victoriosos de las insidias de Satanás, invoquemos a este poderoso Arcángel. Nos unimos al mismo Papa, que en una catequesis expresaba: «El cristiano, dirigiéndose al Padre con el espíritu de Jesús e invocando su Reino, grita con la fuerza de la fe: no nos dejes caer en la tentación, líbranos del Mal, del Maligno. Haz, oh Señor, que no cedamos ante la infidelidad, a la cual nos seduce aquél que ha sido infiel desde el comienzo»(8).

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(1) Reconciliatio et poenitentia, 4.
(2) Cf. Hch 2, 20; 1 Co 5, 5; 1 Ts 5, 2; 2 Ts 2, 2; 2 P 3, 10.
(3) Cf. Is 2, 12; 13, 6. 9. 13; Jr 46, 10; Jl 1, 15; 2, 1. 11; 3, 4; 4, 14; Ez 7, 19; 13, 5; 30, 3; So 1, 7. 8. 14. 18; 2, 2-3; Za 14, 1.
(4) Santo Tomás de Aquino, Sobre el Credo, 1. c., p. 110.
(5) Cf. Gn 22, 15 ss; 31, 11 ss; Zc 1, 14 ss; 3, 6-7.
(6) Cf. G. Ferrari, La visione diavolica di Leone XIII (1984).
(7) Cf. Insegnamenti, X [1987] II, 1775. Véase: J. A. Sayés, El Demonio. ¿Realidad o mito? [Madrid, 1997] pp. 106-107.
(8) Audiencia General, 13-8-1986.

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