MENSAJE DEL DÍA 14 DE ENERO DE 1983

EN SAN LORENZO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     ¡Qué ingratos, hija mía! Quiero que hagas cada día más sacrificios. Quiero que tu sufrimiento sirva para cambiar la Humanidad. Mira mi Corazón; está dolorido por la ingratitud de los hombres.

     Habla con los humanos. El Castigo está muy cerca. Diles que cambien sus vidas, que el tiempo está muy cerca. Bajará mi Hijo en una nube blanca rodeado de ángeles. Que cumplan con los mandamientos de la Ley de Dios. Diles que Dios Padre es misericordioso, pero también muy severo.

     Mira cómo tengo mi Corazón. Sólo puedes quitar una espina; arráncala sin miedo de mi Corazón; tira fuerte hija mía, no te la claves tú, tírala... Escribe otro nombre, hija mía... Ya hay otro nombre más en el Libro de la Vida. Besa el libro, hija mía. Mira, éste es otra clase de castigo... (Según descripción posterior, se refiere a los tres días de tinieblas. Durante este tiempo, cada uno verá lo que ha hecho durante toda su vida; esto producirá intenso dolor. Luz Amparo dice haberlo experimentado en su propio cuerpo). Este dolor lo sentirán diariamente en sus carnes.

     Mira esta morada, hija mía; en recompensa de tu sufrimiento vas a ver otra clase de premio. ¡Qué felicidad sientes en tu cuerpo!... Vale la pena sufrir para alcanzar este premio. Mira qué almas, qué luz desprenden de su cuerpo... (Puede contemplar una morada celestial llena de luz. Ve personas rodeadas de luz gozando de la presencia de Dios. Está allí Jesucristo, de cuyo cuerpo emana una luz que transmite felicidad).

     A los humanos, hija mía, diles que vivan en el santo temor de Dios; que todos se salven. Yoquiero que se purifiquen, hija mía. ¡Qué dolor sientes, hija mía, al ver que tantas almas no van a sentir la felicidad que tú has experimentado! Ese mismo dolor siento yo. Diles que se arrepientan, que cambien sus vidas. ¡Qué poco imitan a mi Hijo! Que cambien de vida, que el Castigo está muy cerca, que cambien, hija mía.

     Tenéis que cumplir estas virtudes: pureza, humildad, sacrificio acompañado de caridad y oración. Bebe otras gotas del cáliz del dolor. Se está acabando este cáliz y cuando el cáliz se acabe, el mundo se verá envuelto en llamas. El Castigo no se evitará; pero con oración Dios Padre dará más oportunidades, para que se salven más almas. Que se arrepientan, que el Padre Eterno los está esperando con los brazos abiertos; quiere abarcar toda la Humanidad; que se arrepientan... Esta amargura es la que siente mi Corazón por los pobres pecadores. Yo lo siento sin distinción de razas. Haz oración, haz sacrificio, que el tiempo está próximo y las almas se están precipitando al abismo. No os durmáis, que en cualquier momento Dios Padre os puede arrebatar la vida. Haced oración, sacrificio también pido.

     El tiempo apremia. Haced vigilias y Vía Crucis. Acudid a la Eucaristía, no os abandonéis, que mi Hijo está muy triste esperándoos; consoladle. Ytú refúgiate en mi Corazón, que nunca te abandonará. Vas a recibir pruebas muy duras; no te dejes ingresar en ningún sitio. El enemigo quiere destruir esto. Sé astuta, sé astuta como una serpiente, pero sé humilde como una paloma. Sin humildad no se puede conseguir el Cielo.

     Serás humillada y calumniada; pero piensa que a mi Hijo lo humillaban y calumniaban, y se dio a la Humanidad para la salvación de las almas. Pide por las almas consagradas; ¡qué pena me dan!

     Adiós, hija mía. Os bendigo a todos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

     Adiós.

No hay grabación en audio de este mensaje; fue transcrito por María Amparo y Lourdes, hijas de Luz Amparo. Cf. o. c., nº 1, pp. 99-101.

 


COMENTARIO A LOS MENSAJES

14-Enero-1983

 

     «¡Qué ingratos, hija mía! Quiero que hagas cada día más sacrificios. Quiero que tu sufrimiento sirva para cambiar la Humanidad. Mira mi Corazón; está dolorido por la ingratitud de los hombres.

     Habla con los humanos. El Castigo está muy cerca. Diles que cambien sus vidas, que el tiempo está muy cerca. Bajará mi Hijo en una nube blanca [1] rodeado de ángeles. Que cumplan con los mandamientos de la Ley de Dios. Diles que Dios Padre es misericordioso, pero también muy severo» ( La Virgen ).

 

     En el inicio del presente mensaje, la Virgen se lamenta de la ingratitud de los hombres, e inmediatamente lo conecta con «el Castigo», mencionado en otros mensajes, a la vez que hace una llamada a la conversión: «Diles que cambien sus vidas, que el tiempo está muy cerca»; porque necesariamente, para evitar ese castigo anunciado, se debe producir un cambio en la Humanidad , una vuelta a Dios, que esto realmente es la conversión: levantarse de la caída que conlleva todo pecado, volver al Señor arrepentidos y retomar el camino de la salvación. Es lo que se comprueba en la «parábola del hijo pródigo» narrada por san Lucas: «Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti (...)”. Y, levantándose, partió hacia su padre» [2] .

 

     Esa raíz de ingratitud hacia Dios, como causa de tantos males, la hacía notar Lactancio, un escritor cristiano del siglo IV: «Entended bien, pues, si os queda algo de conocimiento, que los crímenes y la injusticia de los hombres consisten principalmente en el culto que rinden a los dioses, y que las desgracias que les afligen continuamente tienen su origen en la ingratitud de haber abandonado al Dios único para seguir supersticiones extravagantes» [3] . Si observamos el panorama actual español, comprobaremos cómo también hoy se cumplen estas palabras de modo sorprendente, puesto que proliferan las prácticas supersticiosas en programas de televisión, radio, revistas, Internet..., mediante adivinos, echadoras de cartas, etc. Todo ello en contra de la palabra de Dios, que lo reprueba: «No ha de haber en ti nadie (...) que practique adivinación, astrología, hechicería o magia, ningún encantador ni consultor de espectros o adivinos, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para Yahveh tu Dios» [4] .

 

     Apartémonos absolutamente de dichas prácticas, no acercándonos a ellas ni siquiera por curiosidad, siendo, por otra parte, agradecidos al Señor y a su Madre Santísima por tantos beneficios recibidos, considerando la queja amorosa de Ella en este mensaje: «Mira mi Corazón; está dolorido por la ingratitud de los hombres».

     «¿Cómo a Yahveh podré pagar todo el bien que me ha hecho?», se pregunta el salmista [5] . ¿Cómo pagaremos nosotros a Dios todo lo que nos ha concedido hasta el presente?; necesitaríamos toda una eternidad para corresponderle; de hecho, en el Cielo alabaremos eternamente sus misericordias. Mientras tanto, aquí, en la vida temporal, podemos ofrecerle muchas cosas que sean como una acción de gracias continuada a Él. «Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. -Porque te da esto y lo otro. -Porque te han despreciado. -Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. -Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. -Porque creó el Sol y la Luna , y aquel animal y aquella otra planta. -Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso... Dale gracias por todo, porque todo es bueno» [6] .

 

     Santa Teresa de Jesús se fija en el Libro de la Vida en los muchos beneficios con que el Señor nos regala: «Es cosa muy clara que amamos más a una persona cuando mucho se nos acuerda las buenas obras que nos hace. Pues si es lícito, y tan meritorio, que siempre tengamos memoria que tenemos de Dios el ser, y que nos crió de nonada, y que nos sustenta, y todos los demás beneficios de su muerte y trabajos, que mucho antes que nos criase los tenía hechos por cada uno de los que ahora viven...» [7] .

 

     Acerca de cuándo sucederán los acontecimientos relacionados con el Castigo mencionado en este mensaje y otros, no podemos ni debemos aventurar fecha alguna, ya que todo está en manos de Dios; además, la respuesta positiva de oración y penitencia puede retrasarlo. La Madre de Dios, la omnipotencia suplicante, está interviniendo también de forma decisiva en el aplazamiento de estos hechos; así lo confirman, al menos, tres mensajes: «...que sepan todos también que es mi Madre la que está sujetando ese Castigo con sus lágrimas, con sus dolores» (El Señor, 20-11-1981). «Mira, hija mía, estoy inclinada para proteger al mundo, hija mía; estoy sosteniendo el brazo de mi Hijo. Todo esto tenía que haber sucedido, pero cuando hay almas que piden a Dios, Dios sostiene el Castigo, hija mía» ( La Virgen , 7-12-1985). «Mis súplicas constantes a la Divina Majestad de Dios, hijos míos, es la que está alargando un poco el Castigo, hijos míos» ( La Virgen , 3-8-1991).

 

     Lo mismo que en el género apocalíptico de la Biblia , en las visiones de Prado Nuevo no se desvanece la esperanza, aun siendo inquietantes en ciertos momentos, pues al final el triunfo será de Jesucristo y del Corazón Inmaculado de María. Pocos días después del mensaje que estamos comentando, anunciará en otro: «Y al final este Corazón Inmaculado será el que triunfará, hija mía. Pedid a este Corazón, que os espera lleno de misericordia y de amor y perdón, hijos míos» (22-1-1983).

 

     No pretenden, pues, los mensajes amedrentar al revelar estas profecías y verdades eternas; pero, a veces, sí buscan conmover a las almas, obtener una reacción favorable en tantos hombres y mujeres que van por caminos extraviados, lejos de la verdad y la salvación; por el mismo motivo, no tuvo inconveniente la Virgen María en mostrar el Infierno a niños de corta edad —los tres pastorcitos de Fátima—, aunque dicha revelación fuera destinada, sobre todo, a quienes después la conocerían; ¿podremos dudar de que la Virgen fuera buena catequista? Bien sabía entonces lo que hacía, como ahora, cuando advierte a las almas de los peligros para su eterna salvación.



[1] Cf. Mt 24, 30-31; 26, 64; Mc 13, 26-27; 14, 62; Lc 21, 27; Ap 1, 7; 14, 14.

[2] Lc 15, 17-18. 20.

[3] Lactancio, Instituciones divinas, V, 8; PL 6, 573.

[4] Dt 18, 10-12.

[5] Cf. Sal 116 (115), 12.

[6] San Josemaría Escrivá de B., Camino, n. 268 (36ª ed. castell., Madrid, 1979).

[7] Cap. 10, 5.


"Haced apostolado por todas las partes del mundo, hijos míos,
extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)

(EJEMPLAR GRATUITO)

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