"Yo
prometo a todo el que rece el Santo Rosario diariamente y comulgue
los primeros sábados de mes, asistirle en la hora de la muerte." (El Escorial. Stma. Virgen, 5-03-82) |
"Todos
los que acudís a este lugar, hijos míos, recibiréis
gracias muy especiales en la vida y en la muerte." (El Escorial. El Señor, 1-1-2000) |
---|
MENSAJE DEL DÍA 11 DE JUNIO DE 1983
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hija mía... (Habla en idioma desconocido). Sí, hija mía, quiero que extendáis por todas las partes del mundo, hijos míos, la devoción a mi Inmaculado Corazón; todos aquéllos que extiendan la devoción a mi Inmaculado Corazón, prometo darles las gracias necesarias durante toda su vida y también preservarlos de las penas del Infierno, hijos míos. Extended la devoción a mi Inmaculado Corazón; mi Inmaculado Corazón reinará sobre toda la Humanidad. Sí, hijos míos, ¡me agrada tanto cómo rezáis mi plegaria favorita! Es el santo Rosario, hijos míos. A vosotros os cuesta mucho, pero a mí ¡me agrada tanto!
Sed humildes, hijos míos. También os pido: amad a vuestro prójimo. El que no ama al prójimo, no ama a mi Hijo.
Extended los mensajes por todo el mundo, hijos míos. Acercaos al sacramento de la Confesión, para luego recibir el Cuerpo Sacratísimo de mi Hijo, hijos míos. Os sigo repitiendo: ¡cuántos de los aquí presentes todavía no os habéis acercado a este sacramento!
Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Este acto de humildad, hija mía, sirve en reparación de todos los pecadores del mundo, de todos aquéllos que se ríen de mis mensajes, hija mía. ¡Cuántos de los aquí presentes, en este momento, se están riendo, hija mía! ¡Pobres almas! El día que se presenten ante el Padre Celestial, ¡pobres almas, hija mía!; pide por ellos, hija mía, pide por todos aquéllos que no han rezado durante toda su vida. ¡Cuántas almas se condenan, hija mía, porque nadie reza una oración por ellos!
Mira, hija mía, mira otra vez cómo está mi Corazón; cómo sangra por todos mis hijos, por todos, sin distinción de razas, hija mía.
Quita dos espinas. Sólo se han purificado dos... No toques más, no están purificadas. Mira, hija mía, cómo está mi Corazón, transido de dolor por todos mis hijos.
Escribe otro nombre, hija mía, en el Libro de la Vida... Ya hay otro nombre más, hija mía, en el Libro de la Vida. Estos nombres no se borraran jamás.
Sí, hija mía, tienes que sufrir mucho; es preciso para la salvación de las almas. Por eso cojo, hija mía, a muchas almas como víctimas en reparación de todos los pecados del mundo.
Ten cuidado, hija mía, van a venir muchos profetas falsos. Ten cuidado, no mezcles nada de mis mensajes con esos profetas, hija mía.
Sí, hija mía, mientras haya almas para reparar los pecados de los demás, se irán salvando. ¡Pobres almas!
Vuelve a besar el suelo por las almas consagradas, hija mía... Este acto de humildad, hija mía, por las almas consagradas, ¡las amo tanto, hija mía!, ¡pero cuántas almas consagradas no me corresponden, hija mía!
Seguid rezando el santo Rosario, hijos míos. El tiempo se aproxima y los hombres no dejan de ofender a Dios.
Pedid gracias a mi Inmaculado Corazón. Mi Inmaculado Corazón será el que triunfe sobre toda la Humanidad, hijos míos.
Yo os bendigo como el Padre os bendice en el nombre del Hijo y con el Espíritu Santo.
Levantad todos los objetos, hijos míos; serán bendecidos. Os bendigo todos los objetos, hijos míos...
Adiós, hijos míos, adiós.
11-Junio-1983
«Sí, hija mía, quiero
que extendáis por todas las partes del mundo, hijos míos,
la devoción a mi Inmaculado Corazón; todos aquellos que
extiendan la devoción a mi Inmaculado Corazón, prometo
darles las gracias necesarias durante toda su vida y también
preservarlos de las penas del Infierno, hijos míos. Extended
la devoción a mi Inmaculado Corazón; mi Inmaculado Corazón
reinará sobre toda la Humanidad» (La Virgen).
En los mensajes de Prado
Nuevo, la Virgen se ha presentado con frecuencia bajo esta advocación.
Ya en el comienzo de estas manifestaciones celestiales, el día
23 de noviembre de 1980, le dice el Señor a Luz Amparo: «Hija
mía, reza mucho por la paz de España y de todo el mundo;
haz muchos sacrificios y pide a todos que lo hagan; pide que no ultrajen
el Divino Corazón de Jesús y que pidan por intercesión
de mi divina y purísima Madre, que tiene el Corazón traspasado
de dolor por tantas y tantas ofensas hechas a su Hijo».
Además de la promesa
contenida en el mensaje objeto de nuestro comentario —«...todos
aquellos que extiendan la devoción a mi Inmaculado Corazón,
prometo darles las gracias necesarias durante toda su vida y también
preservarlos de las penas del Infierno»—, relacionadas
con su Corazón, María Santísima ha hecho diversas
promesas en Prado Nuevo. Recordemos algunas:
•
«Yo
prometo a todo aquél que crea en mi pureza y que se haya encomendado
a mi Inmaculado Corazón, darle todas las gracias necesarias para
entrar en el Reino del Cielo» (8-12-1982).
•
«Todos
aquellos que se refugien en mi Inmaculado Corazón, que comulguen
todos los primeros sábados de mes, les prometo recibir su recompensa
en el Cielo» (23-4-83).
•
«...todo
aquél que tengan devoción a este Inmaculado Corazón,
le prometo que lo salvaré, hija mía; imploraré a mi
Hijo, para que mi Hijo pida al Padre» (3-8-85).
Lo mismo que hiciera
en Fátima, aquí, en Prado Nuevo, la Virgen ha asegurado
un día su triunfo en el mundo, según los designios de Dios,
como en el mensaje que estamos comentando y otros:
•
«Extended
la devoción a mi Inmaculado Corazón; mi Inmaculado Corazón
reinará sobre toda la Humanidad» (11-6-83).
•
«Pedid
gracias a mi Inmaculado Corazón. Mi Inmaculado Corazón será el
que triunfe sobre toda la Humanidad» (11-6-83).
•
«Hija
mía, pide a mi Inmaculado Corazón, que será el que
te ayude y el que triunfe sobre toda la Humanidad» (19-11-83).
•
«Hijos míos, amad mucho a vuestra Madre,
que vuestra Madre os ama ¡con todo su Corazón! Y pensad que
mi Corazón triunfará, este Corazón Inmaculado, sobre
toda la Humanidad» (1-11-1986).
«Sed humildes, hijos míos. También
os pido: amad a vuestro prójimo. El que no ama al prójimo,
no ama a mi Hijo» (La Virgen).
Señala san Ambrosio
con precisión: «Estas dos virtudes, es decir, la humildad
y la caridad, son tan indivisibles y tan inseparables, que quien se establece
en una de ellas de la otra forzosamente se adueña, porque así como
la humildad es una parte de la caridad, así la caridad es una
parte de la humildad»(1). Resaltando la centralidad de ambas virtudes,
expone Teófano el Recluso: «Me decís que no tenéis
ni humildad ni caridad. Mientras ellas estén ausentes, todo lo
espiritual está ausente. Lo espiritual nace cuando ellas nacen,
y crece cuando ellas crecen. Son para el alma lo que el dominio de la
carne es para el cuerpo. La humildad se adquiere por actos de humildad,
la caridad por actos de caridad»(2).
En el mensaje de 15 de
agosto de 1986, solemnidad de la Asunción, Luz Amparo está contemplando
a la Virgen María en uno de los momentos previos a su partida
hacia el Cielo; curiosamente, la Virgen exhorta a los Apóstoles
a perseverar en la práctica de dichas virtudes fundamentales para
la vida sacerdotal: «...perseverad en la caridad y perseverad en la humildad»,
les pide. De modo idéntico, Benedicto XVI las subrayó
como imprescindibles para los sacerdotes, resaltando que su vida exige «un
serio compromiso de santificación personal y de ejercicio de las
virtudes, especialmente de la humildad y la caridad»(3).