MENSAJE DEL DÍA 6 DE ENERO DE 1983, LA EPIFANÍA DEL SEÑOR,
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
LA VIRGEN:
Hija mía, hija mía, hoy es un día muy importante, hija mía, especialmente para los niños. Yo os voy a pedir un regalo, hijos míos: que todos aquéllos que no se hayan arrimado a la Eucaristía, hijos míos, que se preparen y lo hagan. No seáis Herodes, hijos míos, os quiero cirineos para poder entregaros mi Hijo la Cruz. También os quiero que os hagáis como niños para poderos trasplantar en el jardín de los escogidos.
Hijos míos, ayudad a mi Hijo a descargarse de esa cruz que lleva constantemente para la salvación de todas las almas. Hijos míos, el Padre Eterno os está esperando con los brazos abiertos. Pensad, hijos míos, que el Castigo está muy próximo; enmendad vuestras vidas, poneos a bien con Dios, hijos míos.
Os pido este regalo, hijos míos: que seáis humildes, humildes para poder entrar en las moradas celestiales. También me agrada, hijos míos, que hagáis vigilias en reparación de todos los pecados del mundo.
Como los hombres no dejen de ofender a Dios, el Castigo, hijos míos, está a las puertas del... (palabra ininteligible), hijos míos. Haced sacrificios, hijos míos, haced caso de vuestra Madre, que vuestra Madre os quiere con todo su corazón, hijos míos. Mira, hija mía, cómo está mi Inmaculado Corazón... ¡Qué dolor siente este Corazón por todos mis hijos, por todos sin distinción de razas, hijos míos!
Quita una espina. ¡Qué pocas se purifican, hija mía!... No toques más; éstas les queda mucho todavía que purificarse, hija mía.
Escribe otro nombre, hija mía. ¡Cuántos se están salvando en el Libro de la Vida!... ¡Cuántos se están salvando, hijos míos, por medio de vuestras oraciones! Besa el Libro, hija mía...
Besa el suelo, hija mía... Esto, hija mía, son actos de humildad que pueden, hija mía, ayudar a muchas almas. Pide, hija mía, por mis almas consagradas, ¡las amo tanto, hija mía, y qué mal me corresponden!
Bebe, hija mía, otras gotas del cáliz del dolor... Ya queda poco, hija mía, de este cáliz. No puedo sujetar el brazo de mi Hijo, hija mía. Es preciso apurar hasta la última gota, para ver si se salva la tercera parte de la Humanidad, hija mía. ¡Qué ingratos son! No hacen caso de mis mensajes. Quiero sacrificio, sacrificio, hijos míos. Y tú, hija mía, déjate humillar. Piensa, hija mía, que todo el que se humille será ensalzado en la presencia del Padre.
Ofrécete como víctima, hija mía, en reparación de todos los pecadores. Vuelve a besar el suelo... Esto, hija mía, ofrécelo por mis almas consagradas.
Hija
mía, el Castigo está muy próximo. Confesad vuestras culpas,
hijos míos, arrimaos a la Eucaristía. Pensad que, en cualquier
momento, el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para segar la
mies seca de la Tierra; y esto, hijos míos, puede suceder en un segundo.
Yo os bendigo, hijos míos, como mi Hijo os bendice en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo.
Adiós, hija mía, adiós.
6-Enero-1983
«...hoy es un día muy importante, hija mía, especialmente para los niños. Yo os voy a pedir un regalo, hijos míos: que todos aquéllos que no se hayan arrimado a la Eucaristía, hijos míos, que se preparen y lo hagan» (La Virgen, 6-1-1983).
El día 6 de enero de cada año se celebra la solemnidad litúrgica de la Epifanía del Señor o los Santos Reyes Magos. En España dicha solemnidad tiene una larga tradición; es, además, un día muy especial, en el que se intercambian regalos, sobre todo para los niños. Por este motivo, la Virgen lo recuerda y pide un regalo para Ella y para alegría de su Hijo: que todos aquéllos que no se acercan a la Eucaristía, lo hagan; aunque especifica: «que se preparen»; es decir, la Virgen desea que las almas se acerquen al banquete eucarístico, pero preparadas, en estado de gracia. ¿Cuántas personas van a comulgar sin estar en gracia? Sólo Dios lo sabe, pero con la confusión que reina entre no pocos católicos, es de suponer que son bastantes los que no van preparados a recibir la Comunión.
En los mensajes de Prado Nuevo es insistente la llamada para acercarse a la Eucaristía, asociándola, más de una vez, al sacramento de la Penitencia:
En la misma línea habló siempre el papa Juan Pablo II, quien, p. ej., durante su primer viaje a España, dijo: «Termino alentándoos, queridos adoradores e hijos todos de España, a una honda piedad eucarística. Ésta os acercará cada vez más al Señor. Y os pedirá el oportuno recurso a la Confesión sacramental, que lleva a la Eucaristía, como la Eucaristía lleva a la Confesión»(1).
«No seáis herodes, hijos míos, os quiero cirineos para poder entregaros mi Hijo la Cruz. También os quiero que os hagáis como niños para poderos trasplantar en el jardín de los escogidos» (La Virgen, 6-1-1983).
«No seáis herodes»; es decir, no seáis crueles, especialmente con los niños, según uno de los significados de la palabra «herodes». En cambio, la Virgen nos pide imitemos a Simón de Cirene, quien, conforme enseñan los Evangelios, ayudó a Jesús a cargar con la Cruz: «Al salir, encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar su Cruz»(2).
Seguidamente, pide que nos hagamos como niños, con las virtudes propias de éstos: la sencillez, la inocencia, la confianza... Todo con el fin de poder conducirnos a una vida mejor. Es lo que asegura Cristo en el Evangelio: «...si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos»(3), invitando de este modo a una vida de infancia espiritual, ya que los que la practican alcanzarán más fácilmente el Cielo.
El «jardín de los escogidos» es una expresión misteriosa; probablemente se trate del «Paraíso», ya que esta última palabra, de origen persa, significa «mirador, jardín»; en el lenguaje religioso ha pasado a designar el lugar donde los justos gozan de Dios en la otra vida, por las buenas acciones de la vida presente. Aun así, en los mensajes de Prado Nuevo, se establece una distinción entre el Paraíso y el Cielo de los bienaventurados. ¿Qué decir sobre esto? Trataremos de explicarlo, pero dejando claro que no tenemos noticia de que la Iglesia haya definido esta cuestión; no obstante, la explicación que ofrecemos se ciñe a la doctrina católica.
En el mensaje de 2 de enero de 1993, el Señor hacía la siguiente llamativa revelación: «Todos quiere la Divina Majestad de Dios que pasen por el Paraíso que Dios preparó para la primera pareja, y gocen de todo lo que había creado para ellos».
Curiosa y esperanzadora declaración del Señor, que desea hacer partícipes a los redimidos del «Paraíso que Dios preparó para la primera pareja, y gocen de todo lo que había creado para ellos»; o sea: el Paraíso terrenal, distinto del Paraíso celestial. ¿De qué modo y cuándo podrá participar el hombre de ambas realidades dichosas? Lo desconocemos; la distinción queda apuntada, puesto que los mensajes de Prado Nuevo la hacen.
*Otras citas de mensajes que se refieren al Paraíso terrenal:
-«Los escogidos, hija mía, volverán al Edén del Paraíso. Yo vendré con mi Hijo a por los escogidos (...). Los escogidos se verán en el Paraíso del amor y la felicidad» (La Virgen, 25-9-1981).
-«Este Paraíso está preparado desde la creación del mundo, desde el principio, para todo hombre de buena voluntad. Mira cómo pacen el toro y la vaca; mira el cordero y la oveja, mira la serpiente más venenosa cómo está entre el hombre y el niño sin afectarle, hija mía. Mira qué riachuelos, mira qué belleza (...). Esto era, hija mía, y sigue siendo lo que Dios tenía preparado para el hombre (...). Mira, ésta es la parte positiva del hombre y a donde el hombre irá, si con humildad acepta las leyes de Dios» (La Virgen, 5-1-1991).
-«El hombre perdió el Paraíso por la soberbia, por el orgullo, por la desobediencia; y con la humildad, con la sencillez, con la pobreza y con la obediencia lo volverá a recuperar» (El Señor, 6-2-1993).
*Otros mensajes mencionan el Paraíso celestial:
«Qué alegría, hija mía, más grande ver que todavía tengo almas que van sembrando buena semilla y que luego recibirán el fruto en el Paraíso celestial» (La Virgen, 15-1-1982).
Curiosamente, una mística alemana del siglo XIII, Matilde de Magdeburgo, establece igualmente la antedicha distinción en un capítulo de sus escritos, donde describe las maravillas que le fueron mostradas: «Vi los dos paraísos. He hablado ya del terrenal. El celestial es superior y preserva al terrenal de toda tempestad...»(4)
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(1) Discurso a los miembros de la Adoración Nocturna Española (Madrid, 31-10-1982).
(2) Mt 27, 32; cf. Mc 15, 21; Lc 23, 26.
(3) Mt 18, 3; cf. Mt 19, 14; Mc 10, 14; Lc 18, 16.
(4) «Algunas cosas sobre el Paraíso», c. LVII, La luz divina que ilumina los corazones (Burgos, 2004) pp. 423-425.
"Haced apostolado por todas las partes del mundo,
hijos míos,
extended los mensajes, hijos míos.
¡Cuántos se ríen de mis mensajes!
Llevadlos por todos los rincones de la tierra.
(Stma. Virgen: 1-10-1983)