MENSAJE DEL DÍA 2 DE ABRIL DE 1982
EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)
EL SEÑOR:
Sí, hija mía, di a toda la Humanidad que la misericordia del Padre Eterno se está acabando y su ira está a punto de caer sobre la Tierra, que enmienden sus vidas, que vistan con pudor sus cuerpos; que no cometan tantos pecados de impureza; que dejen de ofender a Dios, que han de confesar sus culpas antes de recibir mi Cuerpo, que dejen de cometer sacrilegios. Me agradaría que me recibieran de rodillas y con amor; que, a ser posible, no toquen mi Cuerpo manos que no estén consagradas. Dichosos todos los que cumplan esto, hija, porque a medida del amor que recibo así recibirán su premio.
Sé humilde, hija mía, déjate calumniar, déjate humillar; sólo los humildes me agradan. Sigue rezando el santo Rosario, que agrada tanto a mi Madre; consoladla con su plegaria; y vosotros, hijos míos, id por todo el mundo rezando el santo Rosario y propagando la ley de los santos mandamientos de Dios.
También fomentad humildad con vuestro ejemplo. Seguiréis teniendo muchas dificultades, pero seguid adelante; se puede ayudar a muchas almas, pues, todo el que cumpla con todas mis palabras, tendrá su recompensa en el Cielo.
Adiós, hija mía, adiós.
COMENTARIO A LOS MENSAJES
2-Abril-1982
Nada más empezar, el Señor se dirige a Luz Amparo para que transmita su pesar por la situación de inmoralidad entre los hombres: «Sí, hija mía, di a toda la Humanidad (...) que enmienden sus vidas, que vistan con pudor sus cuerpos; que no cometan tantos pecados de impureza; que dejen de ofender a Dios».
¡Cuánto ofende al Señor el pecado de impureza, que se opone al sexto y noveno mandamientos! Es un dicho común en la vida ascética que «Dios castiga al soberbio con la humillación de la impureza». La impureza no es el mayor pecado en sí, sino como raíz y fuente de muchos pecados. Por eso mismo, en sentido opuesto, se puede afirmar lo que dice la Virgen en el mensaje de 8 de diciembre de 1982: «Hijos míos, sed imitadores de mi pureza... La virtud más importante es la pureza». No dice que sea la más grande y excelsa, sino la «más importante»; es decir, destacando su importancia si la consideramos como raíz de otras muchas virtudes.
Aunque en el mensaje se habla del pudor o modestia sexual, nos parece interesante hablar de esta palabra en sus diferentes sentidos (1). El pudor de que aquí se habla tiene relación con la honestidad, la modestia y el recato, según las acepciones que incluye el Diccionario de la lengua española. Es una cualidad natural que Dios pone en cada ser humano al crearlo, que tiene la función de guardar su intimidad corporal, moviéndole a cubrir las partes del cuerpo que se consideran más honestas. Es lo que podríamos llamar pudor físico o corporal, que conlleva una repugnancia casi invencible a dejar totalmente desnudo nuestro cuerpo. Si lo consideramos relacionado con las virtudes, podemos añadir que el pudor es una cualidad especial que sirve como defensa contra las tentaciones, y de la que hemos de dar cuenta a Dios; bajo este aspecto, se le puede considerar como hijo de la virtud de la pureza. De siempre, los atentados al pudor han sido penalizados por las leyes; desgraciadamente, en este campo hay cada vez más permisividad a nivel legislativo.
Podemos hablar igualmente de un pudor sobrenatural, o lo que podríamos denominar vergüenza santa, la cual produce en el alma, al mismo tiempo, modestia y humildad; esta virtud es agradable sobremanera a los Corazones de Jesús y de María; la tienen aquellas almas que, aun colmadas de virtudes, no buscan reconocimiento alguno, que poseen las riquezas divinas y actúan como si no las poseyeran, que sienten como una especie de rubor al notarse tocadas de forma particular por el Espíritu Santo que las santifica. ¿No fue este pudor santo y espiritual el que ruborizó a María Santísima y ante el cual Dios se «rindió»? Cuanto más se abismaba Ella en su profundísima humildad, más elevada fue por Dios con sublimes virtudes. La Llena de gracia, al verse descubierta en su candorosa pureza ante los ojos del Altísimo en la Anunciación, se turbó ante las palabras del Arcángel san Gabriel, y el Altísimo, por su parte, se consoló en la humildad de su esclava, encontrando en Ella su descanso (2).
Se puede hablar asimismo de un pudor intelectual, que nos cohíbe a la hora de descubrir nuestros pensamientos, ya sea por humildad, otras veces por orgullo, o bien por temor a que otros se aprovechen de nuestros conocimientos.
Existe también un pudor de los sentimientos, que nos inclina a reservar nuestras emociones más íntimas y sus manifestaciones: dolor, sufrimiento, lágrimas, gozo intenso, etc., que preferimos generalmente vivir en soledad. Así, los sentimientos referentes al amor son de los que más enrojecen cuando quedan manifiestos o imaginamos que puedan ser descubiertos.
Podemos hablar por último de un pudor de obrar, que concierne a las acciones, sobre todo, a los actos amorosos; nos produce vergüenza que nos vean realizar ésta o aquella acción, que, incluso sin ser malas, nos provocan ese sentimiento de reserva.
«Me agradaría que me recibieran de rodillas y con amor; que, a ser posible, no toquen mi Cuerpo manos que no estén consagradas».
Expone el Señor dos deseos con relación a la Eucaristía: que se reciba su Cuerpo de rodillas y, a ser posible, directamente en la boca. Lo propone como algo que sería de su agrado, conociendo Él cómo se ha generalizado en la Iglesia la comunión en la mano y de pie. La Virgen hablará sobre lo mismo en otro mensaje posterior: «¡Qué poco respeto hacia la Eucaristía, hijos míos! ¡Cuántas veces he dicho: no me agrada, ni agrada a mi Hijo, que manos que no estén consagradas toquen su Cuerpo, hijos míos!» (5-7-1986).
El proceso que ha conducido a la praxis actual tan extendida de la Comunión en la mano, suscita no pocas cuestiones que habría que aclarar; no las abordamos aquí por la extensión que requerirían. Bástenos recordar que uno de los documentos básicos sobre tan espinoso tema es la Instrucción Memoriale Domini (De modo Sanctam Communionem ministrandi) compuesta por la Sagrada Congregación para el Culto Divino (28-5-1969) y por mandato especial de Pablo VI. En dicha instrucción (preparada para definir el modo de administrar la Comunión) se refiere (n. 15) la decisión definitiva del Papa sobre tan delicado asunto con estas palabras: «Así, pues, teniendo en cuenta las advertencias y los consejos de aquéllos a quienes "el Espíritu Santo ha puesto como obispos para regir" las Iglesias, en razón de la gravedad del asunto y la fuerza de los argumentos aducidos, al Sumo Pontífice no le ha parecido oportuno mudar el modo hace mucho tiempo recibido de administrar a los fieles la Sagrada Comunión» (es decir: en la boca, como hasta ese momento). Por lo cual, en el mismo texto, se incluye el privilegio de dar la Comunión en la mano a modo de indulto (nn. 17-18). Nos encontramos, pues, con un privilegio contrario a la ley, por el que a los beneficiados se les dispensa de la ley de comulgar en la boca y pueden comulgar en la mano (3).
Acerca de la Comunión de rodillas, podemos decir que, según la actual normativa de la Iglesia, se puede perfectamente recibir la Eucaristía en semejante postura. «La Iglesia —afirmaba el papa Juan Pablo II— ha exigido siempre a los fieles respeto y reverencia a la Eucaristía en el momento de recibirla. Por lo que se refiere al modo de acercarse a la Comunión, ésta puede recibirse por los fieles bien sea de rodillas, bien de pie» (Inestimabile donum). San Pablo, sabiendo muy bien lo que decía inspirado por el Espíritu Santo, escribe en tono imperativo: «...al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la Tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre» (Flp 2, 10). Conforme a estas palabras, cualquier cristiano se sentirá movido y legitimado para postrarse así ante Jesús Sacramentado con toda devoción. Según los datos que acabamos de aportar, ¿van «descaminados» los deseos del Señor y de la Virgen en Prado Nuevo sobre las dos cuestiones planteadas?
No creemos polémicas ni enfrentamientos para defender nuestra postura cuando nos acerquemos a comulgar; pero es verdad que nos asiste el derecho de comulgar en la boca y, cuando las condiciones lo permitan, de rodillas. Mientras tanto, no juzguemos a quienes lo hacen de otra forma, si está permitida en su Diócesis esa manera de comulgar.
1 - Cf. Voz pudor (Enc. Universal I., Espasa Calpe, S. A.).
2 - Cf. C. Cabrera de A., De las virtudes y de los vicios (México, 1976) pp. 54-56.
3 - Cf. Mons. Juan Rodolfo Laise, ob. de San Luis, Argentina, Comunión en la mano. Documentos e historia, San Luis, 1997.
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