BIBLIA - SÍNTESIS.99
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18-03-22
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Ahora bien, Cristo no podría obligarnos a negar nuestro entendimiento, que es la facultad que nos ha dado para entender, y a someternos a otros seres humanos, y tan gravemente como es bajo pena de condenación, si El no se comprometiese, por su parte, a que esos hombres que me hablan en su nombre no me habrían de engañar nunca.
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Dios dejaría de ser Dios, si me obligase, con su autoridad, a aceptar una mentira.
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Cristo al hacerse garante de tales hombres y al obligarme a creerlos, se compromete a que ellos transmitan, infaliblemente, la verdad.
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Dios no puede mentir. Dios mentiría, si me obligase a aceptar, en atención a El y por su autoridad, cualquier error.
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Que este sea el proyecto de Cristo, es innegable. Pero surge en seguida la dificultad.
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Toda transmisión humana, especialmente si ha de ser por vía oral, forzosamente está expuesta al error.
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La experiencia demuestra que un mensaje, algo complicado, se deforma en la transmisión oral de muchos testigos.
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No negamos la dificultad, sino que la aceptamos en toda su plenitud.
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Pero precisamente Cristo-Dios es el único que puede poner, al mismo tiempo que la obligación de creer, el medio eficaz para que no se corrompa ese mensaje en la larga transmisión.
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Es Cristo quien nos dice cuál ha de ser el testigo fiel, permanente, que asista en su Pueblo, su Iglesia, a los hombres destinados a dar este testimonio.
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Será nada menos que su propio Espíritu, el Espíritu Santo, que es Dios también.
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M.S.G. |