En el capítulo 9 tenemos la declaración manifiesta de que Cristo se consagra a la formación de los suyos y un caso bellísimo, práctico y emocionante de esta formación (Mc 9, 30-37).
Esta enseñanza de Cristo se corona con una lección maravillosa acerca de la pobreza, que completa la personalidad espiritual de los suyos (Mc 10, 17-27).
4.- Jesús envía con plenos poderes a sus Apóstoles.-
Cristo completa su Obra. Aparentemente la semilla va a quedar infecunda. El terreno no parece preparado.
Pero los planes de Dios son otros muy distintos. El Espíritu Santo fecundaría aquella semilla regada con la sangre de Jesús.
Llegada la hora de desaparecer visiblemente de este mundo, Cristo que tenía «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18) delega solemnemente esos poderes en los Apóstoles.
Podríamos ver en los otros sinópticos (Mc 16, 14-18; Lc 24, 36-49) las escenas diversas con que Cristo les envía en su nombre.
Juan, como siempre, completa con rasgos decisivos esas enseñanzas fundamentales de sus compañeros, los otros Evangelistas.
Ya el mismo día de la resurrección, en aquella aparición vespertina a los «once», Cristo tiene para con sus hombres frases lapidarias, contundentes, llenas de contenido y significación:
«Como el Padre me envió, así os envío Yo a vosotros» (Jn 20, 21).
Pero antes de ver el poder sobrehumano que Cristo transmite a esos hombres -a los que ha reunido en forma como «colegial»-, es decir en grupo fraternal presidido por uno de ellos, consideremos rápidamente la forma clara y terminante de agruparlos: