11.- Nuestra vida en Cristo -por la gracia santificante- es obra de la Trinidad.
Hemos sido atraídos a Cristo por el Padre (Jn 6,44) que nos ha predestinado para el amor y nos ha amado gratuitamente en su Hijo querido -«El Amado»- (Ef 1,6).
Por la gracia hemos adquirido la semejanza, el parecido con el Hijo, (Rom 8,29), es decir hemos quedado radiantes en humildad y obediencia a imitación de Cristo (Flp 2,5ss)
y finalmente en el amor, como fruto maduro de nuestra imitación de El (1 Jn 3,14b).
Conociendo nosotros el amor del Hijo y correspondido a él, nos hemos visto amados por el Padre (Jn 14,21).
Padre e Hijo nos han amado y hecho en nosotros su morada (Jn 14,23). Y así objetos de amor, hemos sido hechos templos del Espíritu, que brota del Padre y del Hijo (1 Cor 3,16).
La vida íntima de Dios, uno y trino, belleza eterna e indestructible y amor indestructible y eterno vive y se desarrolla en nosotros por la infusión de su gracia en nuestras almas.
Somos células vivas, bellas y enamoradas, divinizadas en este Cuerpo de Cristo, Dios humanado: Objetos de amor del Padre, con parecido inconfundible al Hijo, inflamados del Espíritu.