No queriendo tener la humildad -por algo decía Santa Teresa que humildad es andar en verdad-, ante las dificultades que presenta la Escritura (piedra de toque para contrastar nuestra fe y nuestra humildad),
de admitir la interpretación de la Iglesia Católica, se alzan con la doctrina de la interpretación personal e iluminación directa a cada uno;
idea que, aparte de no constar en ningún pasaje de la Biblia -sino todo lo contrario, (2 Pe 3, 16)- demuestra con los hechos -la diversidad y multiplicidad de las sectas derivadas de la Biblia- la falsedad del fundamento; o sea:
La necesidad indispensable de un intérprete autorizado como nos consta que Cristo hizo al comunicar a los Jefes de su Iglesia el conocimiento íntimo de las Sagradas Escrituras (Lc 24, 45).
A esto llamamos el Magisterio auténtico de la Iglesia.
Y la humildad con que debemos recibirle se encuentra expuesta y resumida en aquellas magníficas palabras de la Escritura:
"¿Cómo voy a poder entenderlo si no hay quien me guíe?" (Hch 8, 31).
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Creemos que ha quedado claro el error permanente en que viven estos hermanos nuestros, separados, que, por su falta de rigor y orientados en su origen equivocadamente,
están arrastrando hacia una doctrina falsa a otras personas que, por su falta de preparación, se dejan llevar fácilmente.
Urge a los católicos defender nuestras enseñanzas, formarnos para poder salir al paso de los errores de toda doctrina falsa y abrir los ojos a cuantos caminan en tinieblas.
Las consecuencias de las desviaciones a la interpretación correcta de la Sagrada Escritura, ya las predijo San Pedro: (2Pe. 2, 16) (refiriéndose a las epístolas de San Pablo)
"...hay algunos puntos de difícil inteligencia, que hombres indoctos e inconstantes pervierten, no menos que las demás Escrituras, para su propia perdición."