PENSAMIENTOS SOBRE LA RESURRECCIÓN

JUSÚS RESUCITADO

¡ FELÍZ PASCUA DE RESURRECCIÓN !

“ES LA FIESTA MÁS IMPORTANTE, JUNTO CON LA NAVIDAD, DE NUESTRA RELIGIÓN”.
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Cuando dijo el Señor:

En tus manos encomiendo mi espíritu”

Se produjo en ese momento un profundo cambio.

  • Esto nos debe producir consuelo, alegría, esperanza. Nosotros participaremos también de ese cambio. Pensemos...

El Señor había tenido siempre la visión beatífica,

  • En cuanto Dios.
  • Y en cuanto hombre.
  • Veía a Dios cara a cara.
  • Como nosotros vamos a verlo en el Cielo.

Por eso,

  • En el alma de Cristo no existía Fe,
  • Porque la Fe, es como un espejo,
  • Según cuenta San Pablo.
  • Y Jesús ya veía directamente a Dios,
  • No necesitaba espejo.

Esa visión beatífica,

  • Hace completa la felicidad del hombre,
  • Y hasta trasforma el cuerpo,
  • Convirtiéndose el cuerpo corruptible,
  • En cuerpo incorruptible y espiritual.

El cuerpo estorba a las cosas espirituales:

  • San Juan de la cruz, cuenta en,
  • “Escóndete, cariño”,
  • Que el alma pide que se comunique el Señor.
  • Pero sacándola del cuerpo.
  • De la misma manera que escribe San Pablo,
  • Cuando explicando lo que vio en el Cielo,
  • No sabe si el alma estaba fuera del cuerpo.

Luego,

  • Está claro que cuando nuestro  cuerpo,
  • Se transforme,
  • No estorbará a las cosas espirituales,
  • Y entonces será feliz.

Y ahora algo especial:

El autor de esta reflexión, pertenece a Fe Católica, y allí decimos que nosotros no somos Obispos, sino discos, que repetimos lo que enseña la Iglesia.

  • Vosotros no os habéis preguntado,
  • Que cómo Jesús, siendo hombre verdadero,
  • pero también Dios,
  • Pudo sufrir tanto en la Pasión.

Como hombre, no cabe duda que lo hizo,

  • Pero, ¿Y como Dios?

El Padre Alfonso Torres, en su libro “EJERCICIOS ESIRITUALES, II”, DICE:

  • Nuestro Señor tuvo siempre la visión beatífica.
  • Estaba siempre en presencia de Dios.
  • Pero por un milagro de caridad,
  • No permitió que su Divinidad,
  • Penetrara en todo su ser,
  • Y así, el cuerpo,
  • Y la parte inferior del alma,
  • Pudieran padecer.

Durante 33 años.

  • Estuvo como reprimiendo su Divinidad,
  • Para poder sufrir y
  • Morir por nosotros.

Y en el momento que pronuncia:

  • “En tus manos encomiendo mi espíritu”.
  • La luz bienaventurada invade toda el alma.
  • Y aunque el cuerpo,
  • Esté muerto y humillado,
  • El alma es plenamente feliz,
  • Sin que vuelvan a rozarle,
  • Amarguras y dolores.

Si se espantaba Santa Teresa de la hermosura de un alma en gracia,

  • ¡Cuánto más nos hemos de espantar,
  • Al ver la de Jesús,
  • Que estaba radiante!
  • Breve fue el sufrir,
  • Eterno el gozar.

A la medida de aquellos dolores, que fueron sin medida,

  • Fue la glorificación.

Y así,

  • Llena el alma santísima,
  • Fue a consolar a las almas,
  • Que estaban en el  seno de Abrahán.

Este lugar, llamado también Limbo,

  • No era un lugar de castigo.
  • Ni tormento.
  • Estaban allí los santos.

Tampoco era un lugar de glorificación,

  • Pues no poseían la dicha del cielo.
  • Pues el Cielo estaba cerrado, a consecuencia del pecado Original.

Era un lugar de deseos.

  • Deseaban la presencia divina,
  • Y los deseos se iban avivando,
  • A medida que pasaban los tiempos,
  • Y como se comunicaban entre sí,
  • Se enardecían los deseos,
  • Conforme iban llegando las noticias,
  • De los profetas.

Y estos deseos,

  • Fueron devoradores,
  • Cuando llegaron:
  • Los Inocentes,
  • Simeón (el anciano del Templo)
  • Juan El Bautista,
  • San José.

Y en esa situación, podéis imaginaros la alegría que sintieron, cuando,

  • Vieron aparecer a Nuestro Señor Jesucristo.

Podemos adentrarnos en su alegría:

  • En su dicha sin medida,
  • Al ver delante de ellos,
  • A quien tanto habían deseado,
  • El mayor amor de su corazón.

Y ahora, pensarían,

  • Aquellos años en la Tierra,
  • Con más o menos tribulaciones,
  • ¿Qué les parecerían?
  • Benditos trabajos y sufrimientos,
  • Que tenían como compensación,
  • La vista de Jesús coronado de gloria.

Qué les parecerían los goces sin medida de la Tierra,

  • Puros engaños,
  • Y sentirían compasión de las almas,
  • Que no estaban allí con ellos,
  • Por haberlos buscado.

En la Resurrección:

  • Todo se va transformando:
  • El alma de nuestro Señor,
  • El Seno de Abrahán,
  • El corazón de los bienaventurados,
  • El Cuerpo de Jesús.

Y ahora, entremos en el sepulcro, en el momento anterior a la Resurrección:

  • Es de noche,
  • Está en gran soledad,
  • Sólo estaban los soldados,
  • Para impedir el robo del cuerpo,
  • Por sus discípulos.
  • En aquella soledad,
  • Descansa el cuerpo del Redentor:

Contemplémosle:

  • Lleno de llagas,
  • Desfigurado,
  • Envuelto en lienzos y perfumes,
  • No hay corrupción,
  • Porque no es carne de pecado,
  • Pero está con las huellas de la Pasión.

Cuando llega el momento,

  • El alma de Jesús entra con su ejército glorioso:
  • Mira a su cuerpo como fiel colaborador,
  • De sus obras santas,
  • Como el que mira a un amigo.
  • ¡Con qué gozo veía,
  • Iba a rodear todo en gloria!

Como el alma es quien da vida:

  • El alma de Jesús,
  • Abrazándose con el cuerpo,
  • Le infundiría vida, y
  • Lo transfiguraba,
  • Desapareciendo toda señal;
  • Tan sólo quedaron la llagas,
  • Como trofeos de victoria.

Pues, en este misterio, hemos de ver:

  • La glorificación que Dios realiza en su Hijo.
  • Ya, Jesús, no ciñe corona de espinas,
  • Sino corona de gozo.
  • No está en manos de sus enemigos,
  • Sino entre ángeles y santos,
  • En la gloria de su Padre.

¿Cuánto tiempo estuvo Jesús en el sepulcro?

  • Desde las cuatro o cinco de la tarde del viernes,
  • Después de su muerte (tres de la tarde),
  • Todo el sábado,
  • Y algunas horas del domingo.

Pero muy pocas,

  • Pues las mujeres, que fueron a
  • Embalsamarlo (según el Evangelio)
  • Al amanecer,
  • Jesús, ya no estaba allí.

Es decir,

  • Que sólo estuvo en el sepulcro,
  • El tiempo estrictamente necesario,
  • Para cumplir los tres días,
  • Que habían anunciado los profetas.

No como muchos, que han pensado que estaría tres días completos con sus 24 horas (que eso no dice los Evangelios).

  • Una vez resucitado el Señor, suceden dos cosas:

Primero:

  • Un gran alboroto entre los soldados de Pilatos.
  • Un Ángel derriba la piedra del sepulcro,
  • Y los guardias, al ver la resurrección,
  • Corren aterrados,
  • A los príncipes de los sacerdotes,
  • A comunicarles lo sucedido.

Estos, al ver que era verdad lo de la resurrección, inventan una nueva patraña:

  • No se rinden a la evidencia,
  • Quieren ocultarla, e,
  • Inventan una historia absurda:

Que mientras dormía, Se han llevado el cuerpo de Jesús, Sus discípulos.

Y yo pregunto: si estaban dormidos, cómo vieron quién se llevó el cuerpo.

Segundo:

  • Lo que hizo Jesús,
  • Después de su Resurrección,
  • Que no cuenta el Evangelio,
  • Pero que no podía ser de otro modo,
  • Fue presentarse a su Madre.

Y LO HACE PLENAMENTE:

  • Nos la podemos imaginar,
  • Llorando su soledad,
  • Pensando con toda su alma en la Resurrección,
  • Porque Ella, sí que creyó que su Hijo resucitaría.

Y aparece,

  • No disfrazado,
  • Como lo hace a la Magdalena,
  • O a los discípulos de Emaús,
  • Sino con una manifestación plena,
  • Porque la Virgen se lo merecía,
  • Ya que Cristo amó a su Madre,
  • Con amor de Dios infinito.

Nadie puede imaginarse lo que allí sucedió,

  • Fue grande la amargura de la Virgen,
  • En el Calvario,
  • Pero más grande fue su gozo al ver
  • A su Hijo Resucitado.

No hay palabras que expresen,

  • Aquel abrazo amorosísimo,
  • Del Hijo y de la Madre,
  • En el momento de tanta gloria,
  • Y de tan incomparable triunfo.

Gocémonos en este misterio:

  • Y pidamos humildemente,
  • Que algún día,
  • Participemos nosotros,
  • De ese abrazo,
  • Y de esa alegría.

¡¡ ALELUYA, ALELUYA, EL SEÑOR RESUCITÓ !!

M.S.G.