MENSAJE DEL DÍA 25 DE JULIO DE 1983, SANTIAGO APÓSTOL,

EN PRADO NUEVO DE EL ESCORIAL (MADRID)

 

     LA VIRGEN:

     Hijos míos, pedid por la paz del mundo entero, pero pedid por España, hijos míos; sed unos buenos apóstoles como vuestro patrón fue un buen apóstol; pero no luchéis con espada, hijos míos, luchad con la oración y con el sacrificio en reparación para la salvación del mundo, hijos míos. Pedid por Rusia, hijos míos, en Rusia está el Dragón de las siete cabezas, hijos míos, que quiere apoderarse de la mayor parte de la Humanidad. Pedid a mi Corazón Inmaculado para que sea convertida Rusia. Rusia, hijos míos, si no hacéis oración y sacrificio, será el azote de la Humanidad; pedid que se convierta, hijos míos, pero con oración y con sacrificio.

     No saquéis vuestra espada para luchar, meted vuestra espada en la vaina y coged vuestra arma, que es el santo Rosario. Sin oración y sin sacrificio, hijos míos, el mundo no se salvará.

     Os pido sacrificio, sacrificio, hijos míos, por esas pobres almas, ¡están tan necesitadas de oración!, que el demonio se ha metido en sus mentes y ha oscurecido sus inteligencias y las han aprovechado para construir artefactos atómicos, para destruir la mayor parte de la Humanidad.

     Sí, hijos míos, pedid por Rusia y China, para que se convierta; puede ser la destrucción de la mayor parte del mundo, hijos míos; pero con el arma del Rosario podéis salvaros y también salvar a vuestros enemigos, hijos míos. Sacrificios, sacrificios, repito, hijos míos, haced caso a vuestra Madre y pedid a mi Inmaculado Corazón, porque este Corazón Inmaculado será el que triunfe al final, hijos míos.

     Ayudad a Cristo a descargarse esa cruz que lleva por esas pobres almas que no quieren aceptar la palabra de Dios; sed apóstoles, hijos míos, y publicad por todas las partes del mundo la palabra de Dios. Todos unidos, hijos míos, llegará el momento en que vosotros tendréis que ser los que salvéis el mundo, hijos míos. Pero Cristo triunfará, hijos míos, aunque la Bestia quiere apoderarse de muchas almas.

     Oración, hijos míos, oración os pido; seguid rezando el santo Rosario, rezad la tercera parte, porque con el Rosario, hijos míos, se salvarán muchas almas; pero repito que os pongáis antes a bien con Dios, hijos míos; antes acercaos al sacramento de la Confesión para luego recibir el sacramento de la Eucaristía; haced visitas al Santísimo, hijos míos. Mi Hijo está triste y solo; consoladle, hijos míos, consoladle, porque el mundo está al borde del precipicio, y los humanos no cambian, hijos míos.

     Besa el suelo, hija mía, en reparación de todos los pecados del mundo... Este acto de humildad, hija mía, sirve para la reparación de todos los pecados del mundo; humíllate, hija mía, piensa que el que se humilla será ensalzado ante los ojos de Dios; no te avergüences, hija mía, pero sé humilde, sé humilde y ofrécete como víctima en reparación de todas las almas.

     ¡Cuántas almas, hija mía, por no haber conocido la palabra de Dios, por no haber tenido quien les hable de mi Hijo están tan necesitadas, hijos míos! Publicad la palabra de Dios por todos los rincones de la Tierra, ésa es la sal que habla mi Hijo en el Evangelio. Sed apóstoles, hijos míos; todos podéis ser apóstoles y ayudar a vuestros hermanos; el que no ama a su hermano, no ama a mi Hijo, hija mía, y el que no ama a Cristo no entrará en el Reino del Cielo.

     Vuelve a besar el suelo, hija mía; con este acto de humildad, aunque se rían, hija mía, aunque se rían, tiene mucho valor, hija mía. Mi Hijo, cuando estaba en la Tierra, se humillaba constantemente ante el Padre con la cabeza en el suelo... Hija mía, tiene mucho valor el acto de humildad de besar el suelo. Hija mía, te pido que seas humilde, que seas muy humilde; sin humildad no se consigue el Cielo.

     Me agrada tanto, hijos míos, que vengáis a rezar el santo Rosario de todas las partes del mundo. Todo el que venga a rezar el santo Rosario será bendecido, hija mía, y, como dije al principio, hija mía, muchos de ellos serán marcados con la cruz de los escogidos.

     Pero, hijos míos, tenéis que ser humildes y tenéis que hacer sacrificios. Hace miles de años, en las primeras apariciones que hice en la Tierra, hijos míos, avisaba el sacrificio, el sacrificio y la oración; haced caso para que el mundo se salve. Sin sacrificio y sin oración no se puede salvar el mundo, hijos míos.

     Os bendigo, hijos míos, como el Padre os bendice por medio del Hijo y con el Espíritu Santo.

     Levantad todos los objetos, hijos míos; todos serán bendecidos...

     Adiós, hijos míos. Adiós.