BIBLIA - SÍNTESIS.91

  • 21-02-22
    • Si San Pablo intercala la frase «en esperanza», lejos de ser esto una aminoración de la fuerza de la expresión, es un asegurarnos que, como la palabra de Dios está dada, nuestra confianza en Él debe ser absoluta y total.

    • Sólo puede fallar nuestra personal colaboración. Será la única forma de perder tal don.

    • Y expresando la intimidad que tal divinización supone, nos dice San Pablo: «... fuisteis sellados con el sello del Espíritu Santo prometido, que es prenda de nuestra herencia» (Ef 1,13).

    • Y es que no es una pertenencia transitoria a Dios. Es un haber recibido una marca indeleble que nos hace propiedad para siempre de Dios y que supone una huella dejada por Él en nuestras almas. Huella que jamás se borrará ni por el pecado, ni incluso por la condenación.

    • Le pertenecemos de modo especial, porque nos hemos entregado a Él, y hemos sido hechos cosa enteramente suya.

    • Ha sido Él mismo quien ha grabado en nosotros indeleblemente su propia imagen al transfundirnos su Espíritu, que os ha conformado a su Ser.

    • El decir que es «prenda» de nuestra herencia, es afirmar que ya tenemos de Dios una garantía segura -su propio Espíritu- de que le hemos de gozar para siempre.

    • Es el Espíritu que se nos da de una manera oculta, pero verdadera en este mundo y que hemos de poseer en su totalidad y a plenitud en la otra vida.

    • Poseemos ya a Dios, aunque de una manera velada y oscura. Podemos tener la certidumbre de que por parte de Dios no quedará el que ese Espíritu se nos dé de una manera radiante y total, para siempre, en la otra;

    • si le somos fieles, en frase gráfica, oriental: hemos recibido ese Espíritu, somos «arras», participación ya incoada de nuestra divinización eterna (2 Cor 1,21s).

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M.S.G.