De ese número de escritos que están en la Biblia griega utilizada por los Apóstoles (pues el canon de Jerusalén en tiempo de Cristo lo ignoramos hoy), judíos y protestantes no admiten 7 libros como inspirados.
Son los que los católicos llamamos deuterocanónicos, (Tobías, Judit, los dos de los Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc; más algunos pasajes de otros dos: Ester y Daniel).
El Canon del Nuevo Testamento, tras varias alternativas de Iglesias particulares, debidas principalmente a las diversas localidades en que fueron escritos los libros y a la aparición de otros escritos contemporáneos venerables o a la aparición posterior de escritos subrepticios, terminó por imponerse con bastante claridad, casi espontáneamente, en la mayor parte de la Iglesia.
Ya aparece nuestro Canon completo a fines del siglo IV, en los Concilios del Norte de Africa y en el Concilio Romano bajo San Dámaso en el año 382.
De cualquier forma, hoy todos los cristianos aceptan y utilizan el Canon del Nuevo Testamento tal como lo definió la Iglesia Católica.
8.- INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA
Del hecho mismo de ser Dios autor de la Biblia, se desprende evidentemente que tales libros expresan el pensamiento de Dios.
Eso quiere decir «Inspirados»: que están como «sugeridos» por el mismo Dios.
Los elementos que componen la inspiración están perfectamente detallados por el Papa León XIII en su Encíclica «Providentíssimus Deus».
«El mismo Dios con virtud sobrenatural de tal manera los excitó y movió a escribir (a los hagiógrafos), de tal manera los asistió mientras escribían, que todas y solas las cosas que El mandó, concibieron rectamente con el entendimiento y quisieron escribir fielmente y expresaron aptamente con verdad infalible.»
De otra suerte no sería El mismo el autor de toda la Sagrada Escritura». (Magisterio de la Iglesia N° 1952).
Así pues, la inspiración consiste en una asistencia de Dios para que: