BIBLIA - SÍNTESIS.144

  • SÍNTESIS.144

    13-2-23

    • «Comunión». Con la participación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, como habitualmente se hacía antiguamente en los sacrificios, se cierra el círculo y se asocia el cristiano plenamente al sacrificio del Señor.

    • Dios devuelve al hombre su ofrenda divinizada. Así se realiza la unión con El, prometida por Cristo: «El que come mi carne y bebe mi sangre se queda en Mí y Yo me quedo en él» (Jn 6,56).

    • Por medio de la Eucaristía Cristo-Dios está físicamente en el mundo de los hombres y entre los hombres. Y en su Cuerpo y en su Sangre, a diario, renueva su sacrificio al Padre por todos y cada uno de nosotros.

    • El, que es amor por naturaleza (1 Jn 4,8), intenta día a día inocularse en nuestro ser, a fin de realizar la verdadera unión consigo y entre todos los miembros de su cuerpo místico y procurar así el desarrollo completo de este mismo cuerpo, precisamente en lo que constituye la esencia de su vida y fortaleza, que es la verdad y el amor (Ef 4, 15-16).

      LA PALABRA DE CRISTO

    INTRODUCCIÓN.-

    • A lo largo de todas estas lecciones hemos utilizado la Palabra de Dios. Ahora vamos a ver, -bajo el Magisterio autorizado de la Iglesia- el valor divino de esa Palabra, escrita, del Señor.

    • Palabra que es medio excepcional «para mantener viva nuestra esperanza» como diría San Pablo. Palabra conservada «para nuestra enseñanza y consuelo» (Rom 15,4).

    1.- CUERPO Y PALABRA DE CRISTO

    • Después de tratar de la presencia viva de Cristo entre nosotros en la Eucaristía, trataremos ahora de la presencia viva de su Palabra entre nosotros en la Biblia.

    • El Cristo pleno lo componen la Eucaristía y la Escritura. El Cuerpo de Cristo y la Palabra de Cristo.

    • Alimentados e iluminados por esta doble presencia, quedamos capacitados para vivir identificados con Cristo y para servir al mismo Cristo, presente en nuestros hermanos (Mt 25, 41-46).

    • Ahora entendemos la idea de San Jerónimo, el gran estudioso de la Biblia en la antigüedad cristiana: «Desconocer la Biblia, es desconocer a Cristo».

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M.S.G.