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Fue aquella una comida inolvidable, símbolo de muchas cosas.
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Era la última y máxima celebración oficial del sacrificio simbólico y comida del cordero y era también la expresión de una nueva alianza con Dios con la ofrenda de un cuerpo y una sangre sacrificales (Lc 22, 19-20).
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Todo lo anterior ya no tiene sentido. Desde ahora, el lazo auténtico de unión con Dios, es Cristo: Cordero inmolado y dado en alimento para salvación y vida del mundo.
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Cronológicamente el primer autor inspirado que escribió sobre este hecho, sobre la institución de la Eucaristía, fue San Pablo. Veamos:
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«Porque yo he recibido del Señor lo que os he transmitido:
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Que el Señor Jesús tomó pan, y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se da por vosotros... Este Cáliz es el Nuevo Testamento en mi sangre...
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Porque cuantas veces coméis este pan y bebéis el cáliz anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga» (1 Cor 11, 23-26).
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Esto lo escribe S. Pablo el año 54 o 55 a los fieles de Corinto.
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Según San Pablo, Jesucristo:
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a) da a comer su cuerpo, que ofrece por ellos en sacrificio («que se da por vosotros» v.24).
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b) da a beber su sangre, que ofrece por ellos en sacrificio (v.25). Este ofrecimiento lo hace por separado, para expresar más al vivo la inmolación.
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c) esto lo hace para inaugurar la nueva Alianza o Testamento (v.25), como también con sacrificio fue inaugurada la Antigua Alianza (Ex. 24,8).
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d) el sentido global de la frase última indica la realidad del sacrificio: «Cuantas veces coméis-bebéis-anunciáis».
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Es decir: Este comer y beber es anunciar. Que es como decir, estáis conmemorando, estáis representando; mejor, estáis reproduciendo la muerte del Señor.